¿Por qué el dinero nunca alcanza? Descubre la clave para el desarrollo: erradicar la corrupción. Exige eficiencia y transparencia ¡Ahora!
En la política, hay frases que trascienden campañas y se convierten en principios rectores. “El dinero alcanza cuando nadie roba” es una de ellas. Nació en la primera campaña del presidente Nayib Bukele y, con el tiempo, se ha convertido en más que un eslogan: es una idea simple pero profunda, una promesa de gobierno que resuena en millones de personas. Se trata de una verdad incuestionable: cuando la corrupción deja de ser el eje de la política, los recursos alcanzan para transformar un país. Ver Maquiavelo y sus excelentes discípulos
Hoy, esta frase es más vigente que nunca. En una sociedad donde millones de personas han votado por un modelo basado en principios y valores, la pregunta es inevitable: ¿Por qué en algunos países el dinero alcanza y en otros, por más que se recaude, siempre falta?
La política no debería ser un ejercicio de acumulación de poder ni un escenario para satisfacer intereses personales. En su sentido más puro, es administración pública con ética, moral y un propósito claro: mejorar la vida de los ciudadanos.
En El Salvador, la eficiencia, la transparencia y la inversión en seguridad, infraestructura y bienestar social han demostrado que, cuando los recursos se manejan con responsabilidad, el impacto es inmediato. No es solo una cuestión de voluntad política, sino de principios innegociables: honestidad, transparencia y compromiso con la gente. Cuando la corrupción se erradica de la ecuación, los proyectos se terminan a tiempo, los fondos se utilizan donde realmente se necesitan y la confianza en las instituciones se fortalece. En contraste, cuando los principios se diluyen en el ejercicio del poder, los recursos nunca son suficientes, el desarrollo se estanca y la desconfianza ciudadana crece.
Un país corrupto es un país con riqueza natural, talento humano y un potencial inmenso. Sin embargo, su realidad política ha estado marcada por una constante: el dinero nunca es suficiente. Ver La sabiduría secreta de Maquiavelo
Cada año se aprueban presupuestos millonarios, pero las brechas en salud, educación y seguridad siguen aumentando. Las obras públicas se proyectan con costos exorbitantes, pero muchas veces no se ejecutan o, peor aún, no se terminan. La burocracia crece, pero los resultados no mejoran. Y cuando se buscan explicaciones, siempre se apunta a la falta de recursos.
El problema no es la ausencia de dinero, sino la forma en que se administra. En un sistema donde la corrupción es estructural, es difícil que los recursos lleguen a su destino final. Mientras algunos países han demostrado que la eficiencia es una decisión política, en otros la falta de resultados se ha convertido en una justificación permanente para mantener el status quo.
Si algo ha logrado la corrupción en algunos países es disfrazarse de legalidad. No es solo el robo descarado, sino los mecanismos de saqueo dentro del marco normativo, amparados por redes de complicidades.
Gobiernos nacionales y locales despilfarran dinero en diseños que jamás ejecutan, consultorías inconclusas y asesorías innecesarias. Mientras la gente espera hospitales, colegios y seguridad, los recursos se diluyen en redes de corrupción.
Un mecanismo que merece especial atención es el de los contratos interadministrativos. En teoría, deberían garantizar eficiencia, pero en la práctica se han convertido en una puerta giratoria para adjudicar contratos multimillonarios a empresas de papel. Evitan procesos competitivos y direccionan recursos a operadores sin experiencia, pero con las “recomendaciones adecuadas”.
El modelo es tan sofisticado que nadie firma nada ilegal, pero todos saben que están saqueando los recursos públicos. Es la corrupción con corbata, el robo disfrazado de gestión, el saqueo con firma notariada.
Si El Salvador y un país corrupto fueran empresas, la diferencia en su administración sería evidente.
El Salvador sería una compañía que, tras años de crisis, cambió de liderazgo, eliminó la corrupción interna y reinvirtió sus recursos en crecimiento. En pocos años, pasó de estar al borde del colapso a ser un modelo de eficiencia. Ver La brillante propuesta de Bukele a Maduro
Un país corrupto, en cambio, sería una empresa con recursos ilimitados, pero con directivos que destinan el presupuesto a privilegios personales y proyectos inconclusos. Cuando los empleados preguntan por qué la empresa no mejora, la respuesta siempre es la misma: “Necesitamos más presupuesto”.
La ironía es evidente. Mientras en algunos países la administración eficiente ha logrado cambios estructurales, en otros se sigue recurriendo al argumento de la crisis económica para justificar la falta de avances.
La clave no está solo en los ingresos del Estado, sino en la gestión de los recursos. En El Salvador, se ha priorizado la transparencia y la eficiencia. La inversión en seguridad ha reducido la criminalidad, generando confianza y estabilidad. La infraestructura se ha modernizado y los servicios públicos han mejorado.
Esto no significa que no haya desafíos. La gestión pública requiere ajustes constantes, pero la diferencia radica en la decisión de hacer las cosas bien. No se trata solo de recaudar más impuestos, sino de garantizar que cada dólar se use responsablemente.
Cuando la corrupción deja de ser un factor predominante, las obras se terminan a tiempo, los programas sociales llegan a quienes los necesitan y la economía se fortalece.
Más que una frase de campaña, “El dinero alcanza cuando nadie roba” es una lección que algunos países han aprendido y otros aún deben comprender.
El Salvador ha demostrado que, cuando la corrupción deja de ser una barrera, los recursos se convierten en motores de desarrollo. En un país corrupto, la pregunta sigue abierta: ¿Cuándo llegará el momento en que la política se base en principios y valores?
Tal vez la verdadera transformación no dependa solo de los gobiernos, sino de una ciudadanía que exija lo que debería ser evidente: un Estado transparente, comprometido con su gente y consciente de que, cuando nadie roba, el dinero siempre alcanza.
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