La vida de una mujer amish es una locura, ¡vamos! Se levantan con los gallos, se ponen su vestido largo y su cofia y ¡a currar! Primero, a preparar un desayuno de los que quitan el hipo para toda la familia. Nada de cereales y leche, aquí hablamos de comida de verdad. Luego, a limpiar la casa de arriba abajo, pero sin aspiradoras ni nada moderno. Todo a mano, como se hacía antes. Y cuando acaban con la casa, se van al huerto a plantar, regar y recoger lo que toque. A mediodía, vuelta a la cocina para hacer la comida. Y por la tarde, más tareas: coser, hacer conservas, cuidar a los niños... Vamos, que no paran. Y ojo, que también tienen su vida social. Se juntan con las vecinas para coser y cotillear un rato, o van a ayudar a alguien de la comunidad que lo necesite. Por la noche, otra vez a cocinar para la cena familiar. Y cuando por fin acaban, un ratito de lectura de la Biblia y a la cama, que mañana hay que madrugar otra vez. En resumen, estas mujeres no conocen lo que es el aburrim