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Las tumbas de nuestros grandes hombres

Cuando deposité un ramo de flores sobre la tumba de Miguel de Cervantes , me gustó - por breve y concisa - su inscripción: Soldado de infantería, Héroe de Lepanto, Hidalgo y Escritor. Resume toda una vida y toda una época. Lástima que nadie sepa dónde están enterrados los restos de tan insigne persona y que no podamos poner rosas sobre su tumba. A los extranjeros que visitan España, este tema les choca grandemente, no acaban de entender como no están en un panteón de grandes hombres de España. Por mucho que lo intentes, no lograrás visitar las tumbas de Lope de Vega, Calderón de la Barca, Quevedo y Velázquez, por citar solo cuatro gigantes de la cultura española y universal. Por lo menos, la sepultura de Goya sí que está localizada, aunque le falte el cráneo, ya que se lo reventaron con garbanzos .  Las tumbas de nuestros grandes hombres Y no solo en la cultura ocurre tal fenómeno post mortem, también lo vemos en la milicia. Por ejemplo, Blas de Lezo , que en Cartagena de

Poderoso caballero es don Dinero

Madre, yo al oro me humillo,  Él es mi amante y mi amado,  Pues de puro enamorado  Anda continuo amarillo.  Que pues doblón o sencillo  Hace todo cuanto quiero,  Poderoso caballero  Es don Dinero. Nace en las Indias honrado,  Donde el mundo le acompaña;  Viene a morir en España,  Y es en Génova enterrado.  Y pues quien le trae al lado  Es hermoso, aunque sea fiero,  Poderoso caballero  Es don Dinero. Son sus padres principales,  Y es de nobles descendiente,  Porque en las venas de Oriente  Todas las sangres son Reales.  Y pues es quien hace iguales  Al rico y al pordiosero,  Poderoso caballero  Es don Dinero. ¿A quién no le maravilla  Ver en su gloria, sin tasa,  Que es lo más ruin de su casa  Doña Blanca de Castilla?  Mas pues que su fuerza humilla  Al cobarde y al guerrero,  Poderoso caballero  Es don Dinero. Es tanta su majestad,  Aunque son sus duelos hartos,  Que aun con estar hecho cuartos 

Recuerdo de la muerte

Francisco de Quevedo y Villegas Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados de la carrera de la edad cansados por quien caduca ya su valentía.   Salíme al campo: vi que el sol bebía           los arroyos del hielo desatados, y del monte quejosos los ganados que con sombras hurtó su luz al día.   Entré en mi casa: vi que amancillada de anciana habitación era despojos,              mi báculo más corvo y menos fuerte.   Vencida de la edad sentí mi espada, y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte. Francisco de Quevedo y Villegas

30 sentencias sobre la mundana falsedad y las vanidades de los hombres, por Quevedo

Sentencias de la mundana falsedad y las vanidades de los hombres 1. Todo vive sujeto a la fragilidad y al accidente; todo caduca, todo enferma, todo muere, hasta la ley que nos conserva. 2. Vasallos todos, desde el menor hasta el mayor, del tiempo y la fortuna. 3. La gloria mundana se acaba con el mundo, y para nosotros el mundo se acaba con la vida. 4. El engaño, enfermedad natural de enamorados y ambiciosos. 5. El enfermo de avaricia fácilmente con dádivas se tuerce. 6. Así como es imposible vivir el hombre sin vida, así es imposible estar sin amar el corazón. 7. Entre las desventuras, ninguna hay mayor que la falta de alegría. 8. La pasión no tiene ojos, quizá de ahí le vino al amor no tenerlos. 9. No hay cosa que más avive el amor que el temor a perderle. 10. El amor consiste en fe, no en ciencia. 11. No es menos ofensiva arma la caricia en las mujeres que la espada en los hombres 12. Palabra sin verdad, pala sin grano. 13. Por astuto que ande el que es enemigo, se le ve el corazó