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El desierto de los barcos fantasmas

Por primera vez en 600 años, el mar de Aral está casi seco. Lo que una vez fue un vibrante mar interior es ahora un desierto polvoriento.  Hace sólo 30 años, este era el hogar de la cuarta masa de agua interior más grande de nuestro planeta; un mar antiguo tan vasto que incluso Alejandro Magno escribió sobre sus dificultades para cruzarlo. En sus orillas, el comercio pesquero floreció, y turistas de todo el mundo acudían a su ciudad balneario junto al mar, atraídos por sus aguas prístinas y sus paisajes impresionantes. Ahora, por primera vez en 600 años, el mar de Aral está casi seco. Lo que una vez fue un vibrante mar interior es ahora un desierto polvoriento. Las flotas de barcos gigantes y oxidados que quedaron a su paso se han convertido en las únicas pruebas tangibles de su pasado glorioso. Estos esqueletos de acero, varados en lo que ahora es un vasto lecho seco y agrietado, son un recordatorio constante del impacto devastador que la intervención humana puede tener en el medio am

Lo que enseñaba el ermitaño

Se cuenta lo siguiente de un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la oración y a la penitencia. Se quejaba muchas veces que tenía demasiado que hacer. La gente preguntó cómo era eso de que en la soledad estuviera con tanto trabajo. Lo que enseñaba el ermitaño Les contestó: “Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león”. No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales? Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron. Porque estos animales los tienen todos los hombres, ustedes también. Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que domarlos para que sólo se lanzan sobre una presa buena, son mis ojos. Las dos águilas con

La amistad y los recuerdos

Dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: “Hoy mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro”. La amistad y los recuerdos Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: “Hoy mi mejor amigo me salvó la vida”. Intrigado, el amigo preguntó: -¿Por qué, después que te lastimé, escribiste en la arena, y ahora escribes en una piedra? Sonriendo, el otro amigo respondió: -Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado, cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.