En una noche oscura y tormentosa, Abraham Van Helsing, el célebre cazador de monstruos, cabalgaba a través del sombrío bosque de Transilvania. Una carta urgente del conde Drácula lo había traído aquí, implorando su ayuda para resolver un misterio que ni siquiera el conde podía desentrañar. Ver Historias de Vlad Tepes, llamado Drácula El viento aullaba entre los árboles, y el aullido de los lobos resonaba en la distancia. Van Helsing llegó al castillo de Drácula, un imponente edificio de piedra que se alzaba como un centinela en la colina. Las puertas se abrieron lentamente, revelando a un Drácula pálido y perturbado. Sin perder tiempo, lo condujo a una cámara secreta en las profundidades del castillo. "Algo terrible ha ocurrido, Van Helsing", dijo el conde con voz grave. "Mis súbditos desaparecen una por una, dejando solo sombras y susurros. Necesito tu ayuda para desentrañar este misterio." Van Helsing, con su mente aguda y su vasto conocimiento de lo sobrenatura