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Mostrando las entradas etiquetadas como prisionero

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La puerta negra y lo que el rey daba a elegir

Érase una vez en un país muy lejano un rey que era muy polémico por sus acciones. Tomaba a los prisioneros de guerra y los llevaba hacia una enorme sala. Los prisioneros eran colocados en grandes hileras en el centro de la sala y el rey gritaba diciéndoles: -Les voy a dar una oportunidad, miren el rincón del lado derecho de la sala. La puerta negra Al hacer esto, los prisioneros veían a algunos soldados armados con arcos y flechas, listos para cualquier acción. -Ahora, continuaba el rey, miren hacia el rincón del lado izquierdo. Al hacer esto, todos los prisioneros notaban que había una horrible y grotesca puerta negra, de aspecto dantesco, cráneos humanos servían como decoración y el picaporte para abrirla era la mano de un cadáver. En verdad, algo verdaderamente horrible solo de imaginar, mucho más para ver. El rey se colocaba en el centro de la sala y gritaba: - Ahora escojan, ¿qué es lo que ustedes quieren? ¿Morir clavados por flechas o abrir rápidament

El rey, el prisionero y el caballo que aprendió a hablar

Tras una guerra, los soldados del bando perdedor, estaban prisioneros tras una cerca, fuertemente vigilados.  Todos iban a ser ejecutados.  Uno de los prisioneros se acercó a un guardián y le dijo:  - Dile a tu rey que si me perdona la vida, en un año enseñaré a hablar a su caballo y así tendrá algo que ningún otro hombre tiene. El rey, el prisionero y el caballo que aprendió a hablar El guardián se lo dijo al rey y éste aceptó.   Uno de sus compañeros de prisión le dijo: ¿estás loco?. ¡ Nadie puede enseñar a hablar a un caballo !. ¡ Morirás igual !. ¿Por qué le has dicho eso?.   Recibió la siguiente respuesta:  En un año, puedo morir yo, puede morir el rey y quién sabe, igual consigo que aprenda a hablar el caballo.

Por mayo era, por mayo

Romance del prisionero  Ruiseñor  Que por mayo era, por mayo Cuando hace la calor, Cuando canta la calandria Y responde el ruiseñor. Cuando los enamorados Van a servir al amor. Sino yo, triste cuitado, Yo que vivo en esta prisión Que ni sé cuando es de día Ni cuando las noches son. Sino por una avecilla Que me cantaba el albor. Matóla un ballestero, ¡Déle dios mal galardón!