"Te lo dije", "Te conozco como si te hubiera parido", "Esto lo hace todo el mundo" o la siempre socorrida “Se cayó sólo y se rompió”.
Las excusas más recurrentes, o cómo la culpa es siempre de los demás |
Éstas y otras muchas son las excusas que recoge Francisco Gavilán en "Yo no he sido" (Ed. Zenith), un manual de la disculpa de reciente publicación donde recopila las justificaciones a las que recurrimos constantemente y aporta la explicación ilustrada de en qué consiste ese arte tan humano de no tener nunca la culpa.
“En la mayoría de las ocasiones la excusa es un autoengaño”, explica Gavilán. "A veces la utilizamos para salvar la propia imagen; en otras ocasiones recurrimos a ella para no herir a las personas, porque nuestras motivaciones desnudas pueden ofender a los demás y para evitarlo, nos inventamos otras”. Se trata siempre de lo mismo, resume el autor: “Atenuar la tensión en una ocasión que nos compromete” y salir victorioso de “situaciones que, de no ser convenientemente excusadas, podrían dañar nuestra autoestima”.
Excusa |
Necesidades tan humanas, en el fondo, que nos llevan a todos a demostrarnos increíblemente poco originales a la hora de justificarnos y a recurrir, una y otra vez, a algunas de las excusas más repetidas:
Teoría de “la frase sacada de su contexto”
Gavilán explica que “el uso de este tipo de exculpación y de la frase fui malinterpretado es, con frecuencia, una demostración de insuficiencia profesional que implica tácitamente culpabilidad” porque el que la utiliza, “suele carecer de otros argumentos para defenderse”. Son especialmente los políticos quienes más recurren a ella, generalmente como parte de “argumentos defensivos que podrían muy bien enmarcarse en una psicología del kindergarten cuando carecen de ideas razonables o falta de tiempo para elaborarlas”.
El inquietante caso de los lectores de mentes
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En el fondo es algo humanamente comprensible. Todos cometemos fallos e intentamos exculparnos de alguna manera. Lo malo es cuando culpabilizamos a los demás de errores que son nuestros y nada más que nuestros.
ResponderEliminarUn saludo.
Es tan humano que nuestra casta política siemrpre tiene a quien echar la culpa, nunca son responsables de nada
EliminarSaludos
El que no rectifica persevera en el error, y encontrar culpables y excusarse evita reflexionar sobre lo que ha ido mal para corregirlo. En esto mi padre coincide con un antiguo jefe que tuve, su idea es la siguiente "errare humanum est" por lo que el que no se equivoca, no es humano y no les sirve... y lo despiden.
ResponderEliminarPara ellos es bueno equivocarse (con cierta mesura) ya que es la mejor forma de aprender, y de intentar evitar errores en el futuro. Para ellos el empleado perfecto que nunca se equivoca es el peor de todos, por dos razones a) porque no hace nada b) porque siempre se equivoca y echa la culpa a otros, por lo que es reincidente en el error.
Vaya comentario pestiño, espero que me entendais.
Cuando algo sale mal y entre los responsables alguien sonríe, es que sabe a quien echar la culpa
EliminarSaludos
y yo añadiría:
Eliminarc) ese personaje sabrá ir subiendo a costa de los demás, siendo éste menos válido pero más listo en el arte de la manipulación.
Es el típico personaje: La mosquita muerta o el que nunca ha roto un plato y se cargó la vajilla.
Buen ojo el de tu padre y jefe.
Saludos. Anil
Y normalmente al que menos culpa tiene.
ResponderEliminarHola Carolus:
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con el comentario de arriba de csc212 en cuanto a errar es de humanos.
El propio error deja un camino abierto, no solo para la recuperación de lo errado sino también para la propia superación personal y profesional...
Saludos
Errar es humano... y endosarle el marrón a otro, más humano aún.
EliminarLa enseñanza que algunos obtienen del error es la de aprender a ocultarlo mejor la próxima vez o la de mejorar en quitarse responsabilidades. Ese es su concepto de superación, sobre todo en política. ¿Les suena?
Saludos