Ir al contenido principal

Buscador

Lo que se aprende viajando en transporte público

Observando el comportamiento de las personas, cuando se convierten en seres anónimos en un transporte público, se aprenden muchas cosas.


Llevo una semanita que salgo del tranvía con la risa floja. Aclaro que mi ciudad es muy guay, gracias al alcalde que aun es más guay y nos ha regalado un tranvía - pagado por todos y sin aclararnos las cuentas de esta obra – que es un transporte la mar de guay, sostenible, ecológico y todas esas cosas. ¿Verdad que te doy envidia? Lástima que a causa de esta línea, han dejado hechas unos zorros las líneas de autobuses. 

Pero me estoy desviando del tema. Como me subo al principio de la línea, suelo tener asiento libre que muy presto ocupo, para eso tengo ya una edad. Hace unos días, unas paradas más adelante, subieron un matrimonio de ancianos bastante perjudicados y achacosos. A mi lado estaba sentado un joven con auriculares y dándose caña con el puto telefonito. Muy absorto en su mismiedad, el muchacho, como en su propia burbuja, tú ya me entiendes. Nadie se levantaba a ofrecer el asiento, así que, como a mí no me cuesta nada y lo considero una muestra de respeto y educación, les dije que se acercaran, que el joven autohipnotizado  y el que esto les escribe les dejábamos nuestras plazas. El muchacho no tuvo más remedio que levantar su culo. Me encantó: además de hacer algo que a mí no me cuesta nada, levanté a un modorro de su triste existencia para que elevara su solidaridad con sus semejantes. 

Lo que se aprende viajando en transporte público
Lo que se aprende viajando en transporte público

¿Pensarás que soy un tipo solidario y todas esas cosas? Pues es verdad, pero a mi manera. Ahora verás por qué.


Otro día en el tranvía (toma ripio, me encantan los ripios) estaba un fulano escuchando música sin auriculares desde su teléfono a todo volumen. Esperé unos prudenciales minutos para ver si él mismo se autocorregía, cosa que me pareció muy improbable a la simple inspección de su figura. También dejé tiempo para ver si algún mozo le reprendía verbalmente y ganaba puntos ante su churri. Nada, seguíamos con la molesta música a toda hostia. Imagínate los caretos del personal reflejando el desagrado, pero tragando, que es gerundio. Y el tranvía abarrotado, lleno de valientes y osados españolitos. A veces, algún jubilata pasado de vueltas es el que arregla estas situaciones, pero los de ese día debían estar en otras cosas, así que ninguno le apercibió.  En fin, que me saltó el automático, le solté un par de gritos diciendo que estaba molestando y el fulano me hizo caso, cosa que en alguna rara ocasión no me ocurre. 

Y así continuamos el apasionante y rutinario recorrido en el tranvía guay de mi ciudad. Hasta aquí, todo bien, ¿verdad? 


Bueno, pues resulta que me tocaba abandonar el tranvía antes que el fulano que molestaba y, con íntimo regodeo, me dije que esta era la mía. Así que, guiñándole un ojo le dije: “ya puedes poner la música a todo volumen, que al resto de la gente no le importa”. Y el fulano en cuestión lo hizo. Aun lo oía cuando yo salía del tranvía. Olé sus huevos (y los míos). Creo me alegró mas el día que cuando lo del asiento de los abuelos y el jovenzuelo modorro. 

¿Pero sabes que fue lo que más me mosqueó? Me di cuenta que el que molestaba y yo éramos muy parecidos: los dos sentíamos un gran desdén (por no decir asco) por esa masa de borregos que tragan con todo. Así que si me lo vuelvo a encontrar, le invito a unas cañas al colega.

En fin, que con estas dos situaciones he visto muy claro el presente y el futuro de esta sociedad y este país de borregos y otras cosas más desagradables que no quiero escribir. No me extraña que nos vacile todo dios: bancos, políticos, el vecino del quinto, telefónicas, eléctricas y el que pasaba por ahí. Que no nos pase nada cuando todo pete y se vaya a la mierda, que será más pronto que tarde. Espero que me pille de cañas con el tío coñazo de la música o algún fulano parecido. Por lo menos, nos tendremos ley, como dicen los gitanos. Y al resto de pichafrías, que les den.

Comentarios

  1. Tanta gente en tan poco espacio, groserías y sobacos aparte, despierta los peores instintos que llevamos dentro. Como si metiéramos en una jaula a una variopinta fauna salvaje. La masificación crea monstruos. Por eso vivo a unos cuantos kilómetros de la gran ciudad, en "Villabotijos de abajo".
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. He vivido en ambos tipos de vida. Creo que lo ideal es vivir en un "villabotijos" cerca de una ciudad de tamaño razonable: mas o menos participas de las ventajas de ambos mundos.

      Un saludo

      Eliminar
  2. Yo vivo en un pueblo pequeño y me quedo en él. tengo cerca la gran ciudad y en la mía hay los servicios mínimos, que al fin importa. Hay quienes se quejan por lo bajito, pero tragan...

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Manuel, te ahorras los viajes diarios en transporte colectivo, que son la mar de interesantes como habrás podido leer.

      Saludos

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La testosterona

La testosterona es una hormona que se produce en los testículos de los hombres y en los ovarios de las mujeres, aunque en menor cantidad.  La testosterona es la hormona que regula el deseo sexual. Si tenemos en cuenta que las mujeres producen entre 0,1 y 0,4 mg al día frente a los hombres que lo hacen entre 5 y 7 mg diarios, entenderemos porque la mujer es más emocional y el hombre es más sexual. Ver  Suplementos de testosterona: todo lo que necesitas saber Normalmente la mujer pone el foco en el amor y el hombre en la sexualidad; por supuesto y como en todo, hay excepciones. Por este motivo la forma de llegar a la sexualidad de la mujer será darle muchos detalles de amor, mientras que al revés para que nazca el deseo de amar en un nombre será necesario que sexualmente se sienta satisfecho. Por supuesto esto no es una receta, ni debe ser una obligación, pero conocernos nos ayuda a entendernos y a satisfacernos. La testosterona es una hormona que se produce en los testículos de los homb

¿Eres de los que le pasa el plato al mesero?

Un gesto que algunos hacemos de forma natural, sin pensarlo. La publicación original fue escrita por el profesor y escritor Enrico Galiano BASADO EN UNA HISTORIA REAL. Serví como camarero durante once años. Entre las muchas cosas que he aprendido está, que el mundo se divide en dos categorías: 1.- los que pasan el plato al camarero, y 2.-los que no pasan el plato al camarero. Ver  Algunas reglas sociales que pueden ayudarte Los que te pasan el plato son los que te ven, se dan cuenta que estás ahí. Normalmente incluso dicen "GRACIAS, como si les estuvieran haciendo un favor. Un gesto gratis, no cuesta nada. Pero un gesto que lo dice todo. Siempre me han encantado los que te pasan su plato porque casi siempre son personas con humildad , reconocen tu dignidad, no tratan al camarero como a un siervo, saben cuánta suerte hay en estar sentados ahí comiendo y disfrutando. En mi vida me encontré en la mesa con mucha gente: escritores, políticos, a veces incluso personajes de televisión, y

La amante

Unos años después de que yo naciera, mi padre conoció a una extraña recién llegada a nuestro pequeño pueblo. Desde el principio, mi padre estaba fascinado con esa encantadora novata y luego la invitó a vivir con nosotros. La extraña aceptó y, sorprendentemente, ¡mi madre también! Mientras crecía, en mi mente joven, ella ya tenía un lugar muy especial. Mi madre me enseñó lo que era bueno y lo que era malo y mi padre me enseñó a obedecer. Pero la extraña era más fuerte, nos encantó durante horas hablando de aventuras y misterios. Ella siempre tenía respuestas a cualquier cosa que quisiéramos saber. ¡Sabía todo del pasado, del presente e incluso podía predecir el futuro! Lo molesto era que no podíamos estar en desacuerdo con ella. ¡Ella siempre tuvo la última palabra! Ella fue quien llevó a mi familia al primer partido de fútbol. Nos hizo reír y llorar. La extraña casi nunca dejaba de hablar, pero mi padre la amaba. Mi madre que incluso estaba celosa, nos dijo

Gemidos

Los gemidos de las mujeres durante el sexo se conocen como respuesta copulatoria femenina. Ver  10 verdades sobre el sexo de las que nunca hablamos La respuesta copulatoria femenina es, de hecho, un aspecto intrigante del comportamiento humano. Aunque es un fenómeno bien conocido, todavía hay desacuerdo sobre su ascendencia evolutiva. Según algunos académicos, podría haber evolucionado como un medio para que las mujeres indicaran su preparación para la actividad sexual y para mejorar sus probabilidades de tener hijos. Es interesante pensar que el sonido de los gemidos puede ser antiguo. Históricamente, a las mujeres se les ha exigido que permanezcan mudas durante el sexo en varias sociedades, ya que vocalizar el placer de una persona se consideraba inmoral o humillante. Sin embargo, la vocalización durante el coito se promovió activamente en algunas culturas, como la antigua China y Japón, como un método para mejorar la experiencia de ambos miembros de la pareja. Independientemente de

Te llevara 3 minutos leer y te servirá para toda la vida

Este es un ensayo de Viktor Frankl, neurólogo, psiquiatra, sobreviviente del holocausto y el fundador de la disciplina; que conocemos hoy como Logoterapia. No eres Tú, soy Yo... ¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?... Ver  Cómo mejorar tu vida en 7 pasos ¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe?... ¿Culpables? Podrías armar toda una lista de sospechosos o culpables. Probablemente sea lo más fácil. De hecho sólo es cuestión de pensar un poco e ir nombrando a todas aquellas personas que no te han dado lo que te mereces, te han tratado mal o simplemente se han ido de tu vida, dejándote un profundo dolor que hasta el día de hoy no entiendes. Pero ¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que parece, y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita la paz. Nadie tiene la capacidad al menos que tú le permi