En mayo de 2013, Harrison Okene sobrevivió 60 horas bajo el agua como mecánico de barcos después de que su barco se hundiera frente a la costa de Nigeria.
El barco volcó y se hundió a una profundidad de unos 30 metros.
Okene estaba en una pequeña bolsa de aire dentro de la nave, rodeada de agua de mar, en completa oscuridad y a solo unos 6 grados centígrados. Sin comida ni agua dulce, pero con una voluntad instintiva de sobrevivir, mantuvo la cabeza fuera del agua aferrándose a un colchón que lo mantenía alejado del aumento del nivel del agua.
Su supervivencia se consideró casi imposible, y solo se descubrió cuando los buzos buscaron los restos del naufragio para recuperar los cuerpos de los miembros de la tripulación.
Cuando los buzos tocaron su mano, se dieron cuenta con asombro de que todavía estaba vivo.
Okene fue llevada a salvo a la superficie y sobrevivió a esta increíble desgracia gracias a una extraordinaria combinación de suerte, fuerza de voluntad e instinto de supervivencia.
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