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Aunque los hermanos Maurice y Harrold King no llegaron a ser considerados "súper ricos" en el sentido convencional, su fortuna y su estilo de vida resultaron ser notablemente excéntricos.
En 1925, con solo 5 dólares, los hermanos comenzaron su viaje. Pasaron la mayor parte de su vida en un rancho de 2000 metros cuadrados en Alberta, viviendo de manera extremadamente austera, sin electricidad ni saneamiento, hasta su muerte en la década de 1990. Cuando fallecieron, su patrimonio estaba valorado en alrededor de 6 millones de dólares. Ver Lo que nunca te enseñaron
A pesar de las comodidades de las que prescindieron, tenían una aguda visión de los negocios y aprovecharon las oportunidades durante el auge económico global, mientras que muchos otros fracasaron. Se rumoreaba que en sus reuniones servían agua con ratones flotando en ella, mientras los perros callejeros "lavaban" sus platos con sus lenguas, una exageración que reflejaba la imagen excéntrica que se quería asociar con su estilo de vida.
A lo largo de su existencia, los hermanos vivieron de forma totalmente autosuficiente. Nunca asistieron a la escuela formal y, en lugar de eso, fueron autodidactas, aprendiendo a leer, realizar oficios, trabajar en la ganadería y comerciar con la tierra. Esta última actividad les permitió prosperar, viviendo de lo que cultivaban y criaban.
Murieron a edades avanzadas, 96 y 98 años, lo que demuestra que una vida sencilla y enfocada en lo esencial no siempre es sinónimo de sacrificio. De hecho, puede ser una vida llena de satisfacción.
Aunque las motivaciones de quienes buscan la riqueza pueden variar, los hermanos King encarnan una perspectiva que se aleja del lujo ostentoso y se centra en una forma de vida austera, pero eficaz. En lugar de buscar el reconocimiento social, disfrutaban del proceso de ganar dinero y mantener su independencia.
Lo que sucedió con su fortuna después de su muerte permanece en el misterio, pero su historia sigue siendo un ejemplo de que la verdadera riqueza no siempre se mide en lujos, sino en sabiduría y sentido común.
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