¡Astucia pura! Descubre la increíble vida de la mosca: desde larva voraz hasta superviviente omnipresente. Domina el arte del escape.
Nací en un lugar que los humanos considerarían asqueroso, pero para mí era perfecto. Mi madre depositó sus huevos en materia orgánica en descomposición, y cuando salí del huevo, era una larva blanca y sin patas. No tenía ojos ni alas, solo un apetito voraz. Ver Una excelente estrategia de ataque: pensar como una mosca
Durante días me retorcí y me alimenté sin parar de todo lo que me rodeaba. Crecí rápidamente, mudando mi piel varias veces. No necesitaba ver el mundo, solo sentirlo y devorarlo. Mi cuerpo se hizo más gordo y fuerte con cada bocado de esa materia podrida que para mí era un banquete.
Llegó el momento en que sentí que debía detenerme. Busqué un lugar seco y protegido, y mi piel se endureció formando un pupario marrón oscuro. Dentro de esa cápsula, mi cuerpo se transformó completamente. Desarrollé ojos compuestos enormes, alas transparentes, patas con pequeñas garras y almohadillas pegajosas, y ese cuerpo segmentado que me haría inconfundible.
Cuando emergí, tuve que esperar a que mis alas se desplegaran y endurecieran. Luego despegué por primera vez. Mis alas batían cientos de veces por segundo, creando ese zumbido característico que anuncia mi presencia. Descubrí que podía volar en cualquier dirección, incluso hacia atrás, y aterrizar en cualquier superficie, incluso boca abajo en el techo.
Mis ojos compuestos me permiten ver en casi todas direcciones a la vez. Detecto cada movimiento en fracciones de segundo, por eso soy tan difícil de atrapar. Cuando una mano se acerca para aplastarme, ya he calculado mi escape y despego antes de que me alcance.
Vivo en un mundo de olores. Mis antenas detectan cada aroma: la fruta madura, la basura, la carne, el sudor. Cuando encuentro comida, no puedo masticar. En su lugar, vomito mis jugos digestivos sobre ella y luego la absorbo como un líquido con mi probóscide esponjosa. Sé que esto repugna a los humanos, pero así es como sobrevivo.
Me poso en todas partes: en la comida, en la basura, en los animales, en las ventanas. Limpio constantemente mis patas y alas, frotándolas entre sí. Los humanos me persiguen con matamoscas y periódicos enrollados. Me rocían veneno. Me odian porque llevo bacterias en mis patas y contamino su comida.
Mi vida es frenética y breve. Quizás viva solo unas semanas, pero en ese tiempo pondré cientos de huevos si soy hembra. Cada día es una carrera contra el tiempo: comer, reproducirme, esquivar la muerte. No soy hermosa como la mariposa, no inspiro poesía. Pero soy una sobreviviente, adaptable, resistente, omnipresente. Soy la mosca, y a pesar de todo, sigo aquí. Ver Lo que nunca te enseñaron
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