Juicios a animales, moda extraña y mágica medicina. Descubre las costumbres más chocantes de la Edad Media. Fascinante historia que desafía tu mente.
Un hombre medieval transportado a nuestro tiempo encontraría nuestros estándares de decencia insensibles y sin sentido, mientras que nosotros nos volveríamos locos con sus hábitos en un solo día. La Europa medieval nos parece un periodo oscuro compuesto de supersticiones, enfermedades y fanatismo religioso. Sin embargo, fue precisamente esta vez la que dio lugar a algunas de las costumbres más extrañas e inexplicables de la historia humana. La vida en la Edad Media era dura, y la gente, al intentar entender el mundo que les rodeaba, creaba tradiciones que hoy no solo nos parecen extrañas, sino a veces francamente absurdas... Ver Cómo se combatía el frío en la Edad Media
Una de las prácticas legales más asombrosas de la Edad Media fueron las demandas contra los animales. En aquel momento, se consideraba que cualquier ser vivo -ganado doméstico o insectos- podía ser considerado responsable de un delito ilegal. Cuando un animal era acusado de un "delito grave", comparecía en el tribunal con abogados, testigos y todas las formalidades legales necesarias. ¡Se conocen decenas de estos juicios!
La mayoría de los animales, especialmente los declarados culpables de agredir a humanos, eran condenados a muerte por ahorcamiento o quema en la hoguera. Por ejemplo, en 1386 en Francia, una cerda acusada de matar a un niño fue ejecutada tras vestirse con chaleco, guantes y una máscara humana. Los animales no eran juzgados únicamente por ataques. Así, en 1474, un gallo fue declarado culpable... de haber puesto un huevo, un crimen juzgado contra la naturaleza. En algunos casos, enjambres de langostas o ratas incluso fueron llevados a juicio, ordenándoles abandonar los campos.
Pero no todos los veredictos resultaron en la pena de muerte. En Austria, un perro que había mordido a un funcionario fue condenado a un año de prisión; en Francia, un burro fue absuelto porque los testimonios habían demostrado su virtud y buena conducta.
Lo que aún puede sorprender al hombre contemporáneo es la moda de la época. Los estándares de belleza medievales eran radicalmente diferentes y empujaban a mujeres y hombres a métodos francamente excéntricos. En la Baja Edad Media, el canon de la belleza femenina requería una frente alta y abultada y un cuello muy largo. Para lograrlo, las mujeres se arrancaban las cejas y las pestañas, y algunas llegaban incluso a afeitarse el pelo de la parte trasera de la cabeza y eliminar por completo el vello facial. Ver Los zapatos puntiagudos en la Edad Media
Las mujeres se lavaban la cara regularmente con orina, convencidas de sus propiedades antisépticas. Para eliminar el vello y blanquear la piel, usaban mezclas hechas de ceniza, jugos vegetales tóxicos e incluso sangre. Peinados complicados, que requerían horas de trabajo, se asociaban a la grasa de ganso. Estos peinados permanecían durante semanas o incluso meses, así que pulgas e incluso familias de ratones se establecieron allí. Ver ¡Increíble! El secreto medieval de la orina como motor de la industria y la medicina
El ámbito de las relaciones personales y diplomáticas también tiene su cuota de sorpresas. En Alemania, Suiza y Escandinavia, existía la costumbre de "agrupar": los jóvenes prometidos podían pasar la noche juntos antes de la boda, pero completamente vestidos y separados por una gruesa tabla de roble colocada entre ellos en la cama. Esta "barrera de honor" simbolizaba la pureza de las intenciones del pretendiente y garantizaba el respeto por la corrección.
Para nosotros, es impactante saber que reyes (y nobles) podían compartir la misma cama. Por ejemplo, Ricardo Corazón de León y el rey Felipe II Augusto de Francia tuvieron una relación acostada. No fue una relación sexual, sino un gesto político que simbolizaba una estrecha amistad, confianza y alianza entre gobernantes. Los monarcas también intercambiaban ropa y se besaban en la boca para sellar acuerdos diplomáticos. Ver El fascinante arte de la estrategia
Lo que aún puede molestar al lector moderno es la medicina medieval, estrechamente entrelazada con la magia y la religión, que dio lugar a tratamientos realmente extraños. En la Europa medieval, se creía ampliamente que los reyes, dotados de santidad especial, podían curar enfermedades simplemente imponiéndose las manos en brazos cruzados. Esta tradición, iniciada por el rey de Inglaterra Eduardo el Confesor, alcanzó su apogeo bajo Luis XIV, quien, en un solo día, "tocó" a 1.600 personas afectadas por escroto.
Muchas enfermedades se consideraban castigos divinos por los pecados. Los médicos usaban amuletos, conjuros y astrología para hacer un diagnóstico y elegir el momento del tratamiento. Se recetaban pociones de magia herbal (belladona para el corazón), a menudo con consecuencias fatales debido a la dosificación inexacta. Los métodos más comunes eran la sangría y las sanguijuelas, aplicadas a todo: dolores de cabeza, cáncer... Estas prácticas frecuentemente causaban infecciones mortales.
Algunas normas sociales eran radicalmente diferentes a las nuestras. Contrariamente al cliché del caballero impasible, los hombres medievales no dudaban en llorar en público. Derramar abundantes y sinceras lágrimas se consideraba una muestra de nobleza, coraje y profunda fe. Los caballeros podrían llorar ante la idea de dejar a su dama, desmayados de dolor; Las reglas monásticas incluso prescribían "derramar una lágrima de ternura" durante la oración.
Los cementerios no eran lugares de contemplación silenciosa, sino verdaderos centros de vida social. Allí se celebraban fiestas, ferias, representaciones teatrales, sermones e incluso audiencias judiciales. Esto se debía a que los cementerios que pertenecían a la Iglesia estaban exentos de impuestos, lo que atraía a comerciantes.
Sin embargo, el miedo a lo sobrenatural llevó a la gente a actos que hoy nos parecen sacrílegos. Las excavaciones muestran que aproximadamente el 40% de los enterramientos medievales han sido profanados: se encuentran esqueletos atados, decapitados o enterrados boca abajo. Los historiadores creen que no se trataba de vandalismo, sino de medidas de protección contra vampiros y fantasmas para evitar que los muertos volvieran a levantarse.
Por extrañas que nos parezcan, las costumbres medievales eran producto de su época, una época en la que la fe, la superstición y la cruel realidad se entrelazaban de la manera más curiosa. Estas tradiciones reflejan el intento del hombre de encontrar su lugar en el mundo, de explicar lo inexplicable y de establecer reglas que trajeran cierto orden a su vida.
Y quién sabe que algunos de nuestros hábitos actuales parecerán igual de salvajes e incomprensibles para nuestros descendientes dentro de unos siglos...
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