EL TODO Y LA NADA. El principio y el fin. El alfa y el omega. Lo absoluto. Lo innombrable. Lo inefable. Se dice que hablar de Dios es limitarlo. Sin embargo siglos de teología no han cesado de marear la perdiz y definir hasta el detalle Sus intenciones, Su sentido del bien y del mal, Su implacable justicia que condena a las llamas eternas a los aviesos pecadores, la asombrosa encarnación de Su hijo en la tierra para ¿salvarnos?… ¡Qué hermosas metáforas manoseadas muchas veces por fanáticos irredentos, ignorantes, manipuladores y neuróticos ebrios de poder! Dios Admitámoslo sin ambages: si la propia vida ya es un misterio, su génesis y desenlace quedan muy lejos del alcance de la comprensión humana. La pregunta que más temo, la que me he visto obligado a escuchar cientos de veces, la que siempre me deja perplejo es: «¿cree usted en Dios?». ¿Qué entenderá mi interlocutor por Dios?, me pregunto de inmediato. Aunque se nos ha dicho hasta la saciedad que Dios creó al hombre a su imagen y