Erase una vez un señor que no era ni del todo blanco ni del todo negro. Tenía labia, fotogenia y cualidades para la política. Decía lo que todos querían oír y aun lo sigue diciendo. Tal era su fachada que le concedieron un premio Nobel de la Paz antes de que hubiera hecho algo por esa idea universal. Naturalmente, me refiero al Sr. Hussein Obama, emperador del menguante y aun muy poderoso imperio Made in USA. Seguro que te acuerdas de cuando bombardeó Afganistán, de cuando se fue de Irak sin asegurar la paz entre facciones, de que no cerró Guantánamo, de que eliminó a Bin Laden sin realizar un juicio, de cuando dejó un poco arrasado Libia y de que cualquiera sabe que más operaciones encubiertas habrá ordenado. Últimamente, sabemos que también le han pillado con el tema del espionaje global por vía internet, cosa que yo también hubiera hecho en su lugar, que todos los gobiernos hacen y que por supuesto todos niegan. Que pillín, nuestro amigo, ¿verdad? Obama y la guerra definitiv