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Lo que enseñaba el ermitaño

Se cuenta lo siguiente de un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la oración y a la penitencia. Se quejaba muchas veces que tenía demasiado que hacer. La gente preguntó cómo era eso de que en la soledad estuviera con tanto trabajo. Lo que enseñaba el ermitaño Les contestó: “Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león”. No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales? Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron. Porque estos animales los tienen todos los hombres, ustedes también. Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que domarlos para que sólo se lanzan sobre una presa buena, son mis ojos. Las dos águilas con

El vuelo de las gallinas

Esto está muy mal, no sé a dónde iremos a parar. Cada vez está todo peor y no hay quien lo arregle. Mi trabajo es una m… pero tal como está el patio… Gallina Y así sucesivamente. Seguro que le suena de haberlo oído por la calle, en los transportes públicos o tomando un cafelito.  No sé si Usted es de los que lo dicen, lo escuchan o ambas cosas. Claro que la situación es mala, pero para comparar puede usted visitar una residencia de ancianos y verá un presente mucho peor, que seguramente será su futuro. Aprovechando la visita les puede preguntar por los tiempos en que estos ancianos les tocó vivir en su juventud: entonces la tesitura oscilaba entre jodida y muy jodida.  ¿Indignados o deprimidos? Quejicas, eso es los que somos. Cualquier superviviente de un campo de prisioneros, de concentración, gulag comunista, catástrofe, etc. le puede explicar que quejarse no le salvó el pellejo, sino aceptar lo que había, apretar los dientes y tirar para adelante haciendo de t