Un esposo está en casa viendo un partido de fútbol cuando su esposa lo interrumpe: —Cariño, ¿podrías arreglar la luz del pasillo? Ha estado parpadeando durante semanas. Él la mira y responde con fastidio: —¿Arreglar la luz? ¿Ahora? ¿Acaso tengo un logotipo de electricista impreso en la frente? No lo creo. La esposa, sin inmutarse, insiste: —Bueno, entonces, ¿podrías arreglar la puerta de la nevera? No cierra bien. El esposo responde aún más irritado: —¿Arreglar la puerta de la nevera? ¿Parezco un técnico de electrodomésticos? No lo creo. —Está bien —dice ella—, ¿y podrías al menos arreglar los escalones de la entrada? Están a punto de romperse. —No soy carpintero, y no quiero arreglar los escalones —gruñe él—. ¿Tengo escrito "ferretería" en la frente? ¡No lo creo! ¡Ya he tenido suficiente de esto! ¡Me voy al bar! Así que el hombre se marcha y bebe durante un par de horas. Con el tiempo, comienza a sentirse culpable por cómo trató a su esposa y decide volver a casa para ayudar...