Todos hemos tenido un jefe duro, en el mejor de los casos. O, dicho mas claro, un jefe cabrón. Un jefe que ideó unas normas, órdenes e instrucciones que nos dejaron a todos bien jodidos. Pero como no hay mal que cien años dure, es cuestión de tiempo que venga otro jefe “mas humano”. Pasan los meses y se va notando la diferencia con el anterior. Sin embargo, este nuevo jefe nunca deroga ninguna de esas normas de su antecesor que a todos nos tenían agobiados. Tal vez haga la vista gorda con su cumplimiento, pero no las cancela. Que curioso, ¿verdad? Por mi parte, con los años también he ascendido por la jerarquía, y ahora entiendo el porqué de esta muy humana costumbre. Es evidente. Si Usted aun no lo capta, insista en su razonamiento y lo logrará. Y por favor, no me pregunte qué es lo que hago en mi caso, ya debería saberlo. Siguiendo este razonamiento, viene una de las preguntas del millón: ¿qué diferencia hay en cuanto a normativa del jefe “borde” con el otro jefe “menos borde”? Ya le