Un hombre virtuoso fue injustamente acusado de asesinato. También era muy ingenioso y diestro en estratagemas. Ver 10 estratagemas (algunas son duras) para la vida cotidiana Dar la vuelta a la situación. Justicia tuerta, que no ciega El culpable era una persona muy influyente del reino, y por eso desde el primer momento se procuró hallar un chivo expiatorio para encubrirlo. El hombre fue llevado a juicio y comprendió que tendría escasas oportunidades de escapar a la horca. El juez, aunque también estaba confabulado, se cuidó de mantener todas las apariencias de un juicio justo. Por eso le dijo al acusado: "Conociendo tu fama de hombre justo, voy a dejar tu suerte en manos de Dios: escribiré en dos papeles separados las palabras 'culpable' e 'inocente'. Tú escogerás, y será la Providencia la que decida tu destino". Por supuesto, el perverso funcionario había separado dos papeles con la misma leyenda: "Culpable". La víctima, aun sin conocer los