La historia de Joe Arridy es verdaderamente trágica y conmovedora.
Nacido el 29 de abril de 1915 en Pueblo, Colorado, Joe tenía una discapacidad intelectual severa, con un coeficiente intelectual estimado de 46, equivalente al de un niño de 6 años.
En agosto de 1936, dos hermanas adolescentes fueron atacadas en Pueblo. Dorothy Drain, de 15 años, fue violada y asesinada, mientras que su hermana Barbara sobrevivió. Aunque la policía ya tenía un sospechoso principal, Frank Aguilar, el sheriff George Carroll interrogó a Joe Arridy, quien se encontraba deambulando lejos de Pueblo. Carroll afirmó que Arridy había confesado, aunque no había evidencia física que lo vinculara al crimen.
Durante el juicio, varios psiquiatras testificaron que Arridy no podía distinguir entre el bien y el mal. Sin embargo, basándose principalmente en la supuesta confesión, Arridy fue declarado culpable y condenado a muerte. Mientras tanto, Aguilar fue ejecutado por el mismo crimen en 1937.
En prisión, Arridy se ganó el afecto del alcaide Roy Best, quien le regaló un tren de juguete y luchó por salvar su vida. Arridy pasó sus últimos días jugando felizmente con su tren, aparentemente sin comprender su situación.
El 6 de enero de 1939, Arridy fue ejecutado en la cámara de gas. Según los informes, sonrió mientras era llevado a su muerte, sin entender realmente lo que estaba sucediendo. Sus últimas palabras fueron "No, no, Joe no morirá".
En 2011, 72 años después de su ejecución, el gobernador de Colorado, Bill Ritter, otorgó a Arridy un indulto póstumo, reconociendo su inocencia. La historia de Joe Arridy sigue siendo un recordatorio desgarrador de las fallas en el sistema de justicia y la importancia de proteger a los más vulnerables de la sociedad.
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