Llegó un señor a cierto restorán a la hora de la cena. El mesero, diligente, le ofreció el menú, pero el cliente lo rechazó. Tomó los cubiertos que había sobre la mesa -cuchara, cuchillo y tenedor-, se los llevó a la nariz y los olfateó por un momento. Ver ¿Por qué respirar por la nariz? Luego le dijo al sorprendido camarero: "En la comida sirvieron ustedes consomé de pollo, lomo de cerdo en salsa de manzanas, y de postre arroz con leche. Me gustaría cenar lo mismo". El mesero fue a la cocina y le dijo con enojo a la mujer encargada de lavar los platos y cubiertos: "Por tu culpa acabo de pasar una vergüenza grande, Cuca. Vino un señor, y sólo con oler la cuchara, el cuchillo y el tenedor supo lo que servimos en la comida de hoy. Eso quiere decir que no estás lavando bien los cubiertos". "Claro que los estoy lavando bien -replicó ella-. Pero en fin, cuestión de lavarlos aún mejor". La noche siguiente llegó otra vez el cliente. El mesero, apurado, le presen