El profesor y la alumna en privado

El profesor Johnson se encontraba absorto en sus papeles cuando unos suaves golpes en la puerta lo sacaron de su concentración. "Adelante", dijo sin levantar la vista.

La puerta se abrió y se cerró rápidamente. El sonido de tacones sobre el suelo de madera lo hizo alzar la mirada. Allí estaba Emily, una de sus estudiantes más problemáticas, acercándose a su escritorio con una mirada que lo puso inmediatamente en alerta.

Emily se inclinó sobre el escritorio, su blusa entreabierta revelando más de lo apropiado. El profesor Johnson contuvo la respiración, incómodo ante la situación.

"Puedo hacer lo que quieras", susurró Emily con voz temblorosa, "pero por favor... cambia mi última calificación. Lo necesito, o la administración me expulsará".

El corazón del profesor Johnson se aceleró, no por deseo, sino por compasión y preocupación. En los ojos de Emily vio desesperación, no seducción.

Con calma, se levantó y abrió la puerta. "Emily", dijo suavemente, "esto no es la solución. Por favor, sal un momento". Llamó a su colega, la profesora Martínez, y le pidió que acompañara a Emily mientras él preparaba los detalles para un examen de recuperación.

Siete años pasaron en un abrir y cerrar de ojos. El profesor Johnson estaba eligiendo manzanas en el supermercado cuando una voz familiar lo sobresaltó.

"¡Profesor Johnson! ¡Qué alegría verlo!"

Se giró para encontrarse con Emily, radiante y tomada del brazo de un hombre joven. Sus ojos brillaban con una luz que no había visto antes.

"Profesor, quiero presentarle a mi esposo", dijo Emily con orgullo. "Nunca olvidaré sus lecciones. Gracias a usted, pude terminar mis estudios el año pasado".

El profesor Johnson sonrió, recordando aquel día en su oficina. Un momento de compasión y firmeza había cambiado el curso de una vida. Y en ese instante, supo que todas sus años de enseñanza habían valido la pena.

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