Justicia y reciprocidad: El granjero desvela la verdad sobre la balanza. Trata a otros como quieres ser tratado. Impactante lección.
Había un humilde granjero que, día tras día, se dedicaba a vender lo que con tanto esfuerzo producía: una libra de mantequilla fresca, dorada y fragante, directamente a su cliente más regular, el panadero del pueblo. El panadero dependía de esa mantequilla para sus exquisitos panes y pasteles, y la transacción se había convertido en una rutina inquebrantable.
Sin embargo, con el paso del tiempo, una semilla de sospecha germinó en la mente del panadero. Pensó: "¿Estaré recibiendo realmente una libra completa, o este granjero astuto me está engañando?" Un día, el panadero decidió pesar la mantequilla con su propia balanza de precisión para verificar la cantidad. Su enojo fue inmediato y explosivo al confirmar que la porción era insuficiente. Sintiendo que había sido víctima de un fraude, llevó al granjero, con su ropa de faena y sus manos callosas, directamente a los tribunales.
El juez, un hombre de leyes acostumbrado a la astucia de los comerciantes, miró al granjero y le preguntó directamente si estaba utilizando alguna medida estandarizada para pesar la mantequilla. El granjero, con una sencillez que desarmaba, respondió:
- Su Señoría, soy un hombre simple, un poco primitivo. No tengo una medida adecuada y calibrada, pero sí tengo una balanza.
El juez, intrigado por la respuesta, insistió:
- Entonces, ¿cómo pesa usted exactamente la mantequilla para garantizar que es una libra?
El granjero levantó la vista, y su respuesta, calmada y firme, resonó en la sala del tribunal:
- Su Señoría, mucho antes de que el panadero comenzara a comprarme mantequilla, le he estado comprando todos los días una libra de pan. Sucede que todos los días, cuando el panadero trae el pan, yo lo pongo en un lado de mi balanza. Luego, pongo la mantequilla que le voy a vender en el otro lado, hasta que la balanza se equilibra con el mismo peso del pan. Si alguien tiene la culpa en este asunto, es el panadero. Ver Las 20 leyes de la astucia
La sala quedó en un silencio atónito. La justicia había llegado, pero no como se esperaba. La lección del granjero fue un recordatorio poderoso que trascendía el peso de la mantequilla y el pan. "En la vida", concluyó el granjero, "uno recibe lo que da. Por eso es realmente importante tratar a los demás de la misma manera que desea que los demás lo traten a usted. La integridad es su propia balanza".
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