En una de las mejores escenas de una de las mejores películas de la historia, El bueno, el malo y el feo , un bandido mexicano llamado Tuco Ramírez está disfrutando de un baño. Un viejo enemigo entra en la habitación inesperadamente, creyendo que Tuco está desarmado... No lo es, por supuesto. Tuco está muy armado. El hombre siempre viene preparado. Pero su presunto asesino sigue parloteando. Finalmente, Tuco tiene suficiente. Toma su arma y mata al tipo de un disparo, diciendo: "¡Cuando tengas que disparar, dispara! ¡No hables!". Este momento encapsula una verdad fundamental que se repite en innumerables películas: los asesinos siempre hablan demasiado. En lugar de ejecutar su plan de inmediato, sienten la necesidad de explicar sus motivos, detallar su gran estrategia y asegurarse de que su víctima "realmente lo entienda". Saborean el momento, intentan alargarlo, y en ese proceso, casi siempre pierden la ventaja. Pero la vida real no funciona así. En la vida real, ...