En una fría mañana de septiembre de 2009, el cementerio de Dundee, Escocia, fue testigo de una escena inusual. Entre los dolientes vestidos de negro, destacaba una figura que llamó la atención de todos los presentes. Barry Delaney, un joven soldado, se acercaba lentamente a la tumba de su mejor amigo, Kevin Elliott, vistiendo un llamativo vestido amarillo neón y calcetines rosa. Los asistentes al funeral, inicialmente desconcertados y algunos incluso indignados, pronto comprendieron el significado detrás de tan peculiar atuendo. No se trataba de una broma de mal gusto, sino del cumplimiento de una promesa entre dos amigos inseparables. Seis semanas antes, Kevin y Barry habían compartido una última copa juntos. Kevin, atormentado por el miedo a no regresar de su próxima misión en Afganistán, había confesado sus temores a su amigo. Barry, intentando aligerar el ambiente, le hizo prometer que volvería sano y salvo. En un intento de bromear, añadió que si Kevin no regresaba, él asisti...