Monsieur de Talleyrand era un perfecto sinvergüenza. Sobrevivió, como su íntimo enemigo Fouché a la Revolución Francesa, al Terror y a Napoleón. Aun así prosperó y medró como pocos. Era un perfecto inmoral: obispo y casado con una mujer casada a cuyo marido sobornó. Vendió y traicionó a todo aquel que le estorbaba. Aclarar que generalmente lo hacía con clase y elegancia.
Sin embargo…, sin embargo, a su manera era un patriota. Ministro de Asuntos Exteriores, era una persona extremadamente capaz. Siempre miró por Francia, hubiera el régimen que hubiera. De hecho, vencido su país tras la derrota de Napoleón en Waterloo, se la ingenió para que las pérdidas por compensaciones fueran reducidas y el país galo no redujo en un ápice su territorio. Fue capaz de poner unas contra otras a las potencias ocupantes de forma que sugirió que una Francia muy debilitada no convenía a nadie.
Sinvergüenza e inmoral, pero capaz y patriota. Como los de ahora, que se quedan sólo en sinvergüenzas. Eso en el mejor de los casos, que hasta para eso hay que valer y echarle huevos.
Conviene reflexionar sobre eso.
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