Sucedió en el Parlamento inglés. Fue durante uno de los discursos de Churchill en el que una diputada de la oposición, pidió la palabra.
-Sr. Ministro, si Vuestra Excelencia fuese mi marido, yo pondría veneno en su café
Churchill, con mucha calma, se quitó las gafas, y en aquel silencio en el que todos estaban esperando la respuesta exclamó:
-Y si yo fuese su marido, me tomaba ese café.
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Vaya que ya pude venir.
ResponderEliminarMe decía que no existía el link...
Yo también me lo tomaría
Ya era fea, ya.
ResponderEliminarUn saludo.
Menuda bruja de mujer.
EliminarUn saludo