Nicolás Maquiavelo, un maestro influyente de la diplomacia, revela las oscuras claves del poder. ¡Descubre sus secretos políticos ahora!
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Maquiavelo, maestro de diplomáticos |
Tras la invasión de Italia por Carlos VIII de Francia, Savonarola intervino para salvaguardar la ciudad convenciendo al monarca francés de no saquearla. Este éxito no le salvó de ser condenado; en 1498 fue ajusticiado por llegar a presentarse como profeta de Dios. La ejecución de Savonarola coincidió con el ascenso de Niccolò di Bernardo dei Machiavelli (1469-1527) al puesto de secretario de la Segunda Cancillería.
En este cargo Nicolás Maquiavelo ejerció varias de sus cualidades: mediador de diferentes conflictos con la ciudad de Pisa –reconquistada en varias ocasiones–,como diplomático encargado de las negociaciones con diferentes monarcas extranjeros –Luis XII– y como promotor de alianzas con los representantes del papado: el temido César Borgia y Julio II.
La caída de la República conllevó la revocación de su cargo y la expulsión de la ciudad. La suerte para Nicolás Maquiavelo empeoró cuando se vio inmerso en una conspiración contra los nuevos señores, por lo que fue torturado en seis ocasiones.
Los catorce años de experiencia en el gobierno de la República y sus posteriores infortunios fueron su principal fuente de inspiración para la redacción de su obra más conocida: El Príncipe. Inicialmente la obra no causó ningún revuelo entre los lectores florentinos pero todo cambió a partir de 1520, y todavía más tras la muerte del propio Nicolás Maquiavelo. El Príncipe figuró desde entonces como libro de cabecera para los políticos en toda Europa. Ver Las 20 leyes de la astucia
Erróneamente algunos interpretaron la famosa máxima «el fin justifica los medios» como una justificación de las irregularidades cometidas durante su gobierno. Nicolás Maquiavelo en realidad se refirió a algo más complejo: el príncipe debía mostrarse implacable en el caso de que viese cuestionado su poder. La clemencia, justicia, lealtad o prudencia no eran principios eficaces en la práctica; teniendo en cuenta los intereses externos el gobernante debía “aprender a no ser bueno” o “serlo según la necesidad”. Probablemente fue César Borgia el modelo en el que se inspiró el gran pensador florentino.
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