En la noche del 30 de octubre de 1501, víspera del día de todos los Santos, el Papa Alejandro VI y su hijo César Borgia organizaron en el Palacio Apostólico Vaticano una gran fiesta. A dicha fiesta fueron invitados varios cardenales y obispos, además de las autoridades más importantes de Roma. Cómo era habitual en estas celebraciones, el banquete fue fastuoso y no se reparo en gastos, sirviéndose una gran variedad de comidas y bebidas para solaz de los allí presentes. Ver Alejandro VI Borgia. Un papa amante del sexo y el lujo No obstante, y a pesar de que las viandas eran fabulosas, lo mejor estaba por llegar. Y es que una vez terminado los postres, y ante la sorpresa de los invitados, César Borgia dió orden de que se recogieran las mesas y se dispusieran varios candelabros por el suelo. Acto seguido, entraron en la estancia unas cincuenta cortesanas (eufemismo por aquel entonces para prostitutas de lujo) que empezaron a danzar de forma sensual en torno a ellos. Se fueron desnudan