En el corazón de la corte del rey Luis XIV, en una época de intrigas y conspiraciones, el cardenal Mazarino, astuto consejero y maestro del poder en la sombra, observaba el juego político con una mirada penetrante. Su rostro, sereno y calculador, ocultaba una mente afilada como un puñal, siempre preparada para aprovechar cualquier debilidad en sus adversarios. Ver 20 reglas para el juego del poder Un día, en los pasillos del palacio, el joven Duque de Montaigne, impetuoso y ambicioso, se acercó a Mazarino. El duque había estado murmurando en los círculos de la corte, criticando las políticas del cardenal y buscando alianzas para debilitar su influencia. —Cardenal Mazarino —dijo el duque con una sonrisa astuta—, parece que los tiempos están cambiando. Quizás sea hora de reconsiderar algunas decisiones. Mazarino, sin perder la compostura, lo miró con frialdad y respondió: —Duque de Montaigne, en este juego de poder, las palabras son como espadas. Hay que manejarlas con cuidado, pues un