Hubo un tiempo en que los matrimonios arreglados los padres eran la norma, y casarse sin amor era lo habitual. Pocos afortunados lograban incorporar este sentimiento en sus uniones. En general, se renunciaba al amor, y el "matrimonio" se consideraba un "contrato" de "patrimonio", con "derechos" y "deberes" conyugales claramente definidos. Esta práctica aún persiste en muchos círculos sociales. No deberíamos sorprendernos demasiado por esto. Para hacer una comparación comprensible en la actualidad, pensemos en el trabajo. Muchas personas realizan trabajos que detestan o hacia los que no sienten ningún afecto, soñando constantemente con hacer algo diferente. Sin embargo, continúan en estos empleos por costumbre, seguridad financiera, o porque cambiar parece demasiado arriesgado o agotador, especialmente cuando ya han adquirido compromisos como hipotecas o tienen hijos que mantener. Es importante señalar que un matrimonio concertado no es