Samuel y Moses llegaron juntos y vivos con sus familias en el mismo tren al campo de exterminio de Birkenau. Sin embargo, no se conocían ni se conocerían jamás.
Para la maquinaria genocida de los nazis, el proceso de deshumanización de los recién llegados a los campos funcionaba como un reloj de precisión. Por eso, tras la separación entre hombres, mujeres y niños, sumado al golpe brutal de la llegada a este infierno, estos dos hombres supieron que lo único importante era sobrevivir hasta el día siguiente… y así día tras día.
La muerte de dos judíos |
Por así haberlo dispuesto el destino, ambos fueron destinados al sonderkommando, que eran los judíos forzados a trabajar en las cámaras de gas durante el Holocausto.
Tras menos de una semana es estas tareas, prácticamente no quedó de ellos casi ningún rastro de humanidad, y no seré yo quien se lo reproche.
A los pocos meses de estar Birkenau, Samuel tuvo que conducir a uno de tantos cientos de grupos de prisioneros a las cámaras de gas. Una mujer sin pelo y en los huesos se le quedó mirando fijamente. Era su esposa. Nada podía hacer Samuel por ella, solo sobrevivir para contarlo, como tantas noches se había prometido. Así que la introdujo en la cámara de gas junto a muchas otras mujeres. El sargento de las SS que controlaba su trabajo se dio cuenta de lo que ocurría. Le dijo a Samuel que ese día estaba ya muerto, por mucho que siguiera respirando. Samuel sobrevivió al Holocausto, pero como le dijo este maldito sargento alemán, toda su vida estuvo muerto. Samuel murió físicamente en 1.984 en Berlín Este a causa de una enfermedad respiratoria.
A los pocos meses de estar Birkenau, Moses tuvo que conducir a uno de tantos cientos de grupos de prisioneros a las cámaras de gas. Una mujer sin pelo y en los huesos se le quedó mirando fijamente. Era su esposa. Moses lo vio muy claro, vivir y sobrevivir así no merecía la pena. Así que le dio la mano a su esposa, disfrutaron de un largo beso y entraron juntos en la cámara de gas.
Samuel y Moses murieron el mismo día de febrero de 1944, con la única diferencia de que a Samuel se le hizo más largo el infierno. Cuarenta años más largo. El sargento alemán de las SS fue ahorcado por las tropas soviéticas a la semana de la liberación del campo, no purgó su pena en esta vida.
No juzgo a ninguno de los dos judíos, a uno de ellos por abandonar su lucha por la supervivencia ni al otro por dejar morir a su esposa, pues nada podía hacer para evitarlo. Tal vez habría que juzgar a Dios por permitir que los hombres nos hagamos todo esto.
Una historia doble espeluznante.
ResponderEliminarCulpables solo los miserables que ordenaron aquellas atrocidades.
A los demás que padecieron las atrocidades de los campos de exterminio no se les puede culpar de nada: también fueron víctimas.
Un saludo, Carlos.
Eso pienso también, pero últimamente está de moda el disculpar a verdugos y atacar víctimas. Conviene tener claro quien es quien.
EliminarUn saludo, Cayetano.
Que historia tan triste, y cuanto de estos habrá.
ResponderEliminarLo que nunca entendere es por que el resto de la humanidad los que tenian poder permitieron esa masacre atroz
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