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Las mascotas: mucho más que meros animales

Si tuvieras mascota y cónyuge, ¿a quién saludarías primero al llegar a casa? 

Una encuesta de la American Animal Hospital Association, realizada en 1999, desvelaba que el 78% saludaría a su mascota.

Las mascotas: mucho más que meros animales
Las mascotas: mucho más que meros animales

La importancia que se da a los animales de compañía, el valor que tienen para las personas y la inversión que en ellas se realiza, sobre todo en los países ricos, no es un asunto que deba obviarse. Las mascotas son un miembro más de la unidad familiar y su condición legal es un tema que ha entrado en el ámbito legislativo, tanto en España como en el resto de los países desarrollados. Por ejemplo, en el caso de un perro, no es lo mismo el que habitualmente pasa el día en el jardín o en el terreno de la vivienda, por mucho cariño que se le tenga, que el que vive permanentemente dentro de la residencia familiar. En este último caso, lo más habitual es que la convivencia haga que sea considerado como otro miembro más de la familia, aportándole cuidados y afectos que incluso no se deparan los convivientes entre sí. Así, a menudo sustituyen a los hijos en una época en la que la tasa de natalidad ha caído en picado en las naciones avanzadas.

En Estados Unidos, por ejemplo, hay registrados más de 77 millones de perros y 54 millones de gatos, a los que se suman los que carecen de documentación. Quizá sea una cuestión generacional, ya que el 70% de los millennials —las personas nacidas entre 1982 y 1994, también conocidos como Generación Y— desearía tener un perro o un gato como mascota. En ciudades estadounidenses como Seattle, hay más gatos que niños, y en San Francisco el número de perros supera a los menores de 18 años. Esto supone que en todo el país norteamericano sean más numerosos los apartamentos con un adulto y un perro que con un progenitor y un hijo.

Aunque no existe una cifra precisa, en España se estima que hay más de 30 millones de mascotas, de las cuales casi 9,5 millones son perros, a los que se unen otros 6 millones de gatos. Sin olvidar los 8 millones de peces, los 5 millones de pájaros, el 1,5 millones de pequeños mamíferos y otros tantos de reptiles. En contraposición, hay 6,7 millones de niños menores de 15 años. Entre perros y gatos, el 40% de los hogares españoles tiene alguna mascota. La pandemia de la covid-19 hizo que el 77 % de los españoles mostrara interés en tener una mascota. Por poner solo un ejemplo: en Bilbao, donde uno de cada cuatro hogares tiene una mascota, ya hay más perros (38.500) que niños menores de 12 años (30.700), y en 2018 se registraron, por primera vez, más perros que nacimientos de niños. Y no es ni mucho menos un caso único en el país.

Impacto medioambiental

En 2017 un investigador calculó que los más de 130 millones de perros y gatos contabilizados en Estados Unidos eran responsables de entre el 25 y el 30% del impacto medioambiental del consumo de carne en el país, es decir, unos 64 millones de toneladas de CO2 (una cifra que otros expertos elevan a más de 160 millones). ¿Se debería exigir que sus propietarios paguen una tasa por ese consumo? ¿Es posible lograr que las mascotas sean vegetarianas o veganas?

Como quiera que los animales tienen el defecto de que no solo comen, lamentablemente todavía hay muchos propietarios que no recogen los excrementos que sus mascotas depositan en los espacios públicos. Además de un problema de salubridad general, es una falta de educación y solidaridad social, y perjudica la imagen del conjunto de los propietarios de mascotas, en su mayoría cada vez más cumplidores con estas exigencias básicas. Para evitarlo en lo posible, algunos ayuntamientos exigen que se registre el ADN del perro, con muestras de saliva o sangre, para así poder determinar, llegado el caso, a qué animal pertenecen las heces no recogidas y sancionar a los propietarios. También hay que decir que hay propietarios muy responsables, pues se puede observar con creciente frecuencia que algunos llevan un recipiente con un líquido, mezcla de agua y desinfectante, que arrojan encima de los orines que su mascota ha dejado en la vía pública.

¿Impuestos a las mascotas?

Los perros y otras mascotas que necesitan ser paseadas utilizan la vía pública (aceras, alumbrado, pasos de peatones), los parques —tanto los que están habilitados como los que no, pues se han apoderado de muchos de ellos aprovechando que cada vez hay menos niños— y la recogida de basuras (de las papeleras o la acera, la casera). Aunque lo hagan acompañados de personas, sobrecargan los servicios públicos y, al igual que se les reconocen derechos, habría que reconocerles obligaciones y responsabilidades, obviamente a través de sus dueños. A cambio, quizá podría ofrecerse una asistencia veterinaria regulada, al menos la básica, o reducir el IVA de las clínicas veterinarias y sus productos del 21 al 10%. Hoy en día, en España existen seguros privados que colaboran con las clínicas para realizar consultas. Pero, aun así, un medicamento para perros es hasta quince veces más caro que para un humano, si se compara el mismo principio activo. No es descabellado, por tanto, proponer el pago de tasas por los animales a cambio de los servicios públicos que ya utilizan, ahora gratuitamente, y de alguno extra que pueda facilitar precisamente ese registro y control de sus derechos.

Las mascotas: mucho más que meros animales

Los impuestos por tener animales de compañía (en concreto, perros y gatos) ya existían en la Inglaterra del siglo XVIII . En Alemania, desde principios del siglo XIX , se paga una tasa por las mascotas. Este impuesto, que recogen los ayuntamientos, no se destina únicamente a los gastos generados por perros y gatos, como recolección de basura, mantenimiento de zonas verdes y provisión de bolsas de excrementos, sino que contribuyen también a otros servicios, entre ellos el mantenimiento de las piscinas públicas. En el caso alemán, el propósito no es solo el mantenimiento de las ciudades, sino reducir la tenencia de perros, ya que se consideran un bien de lujo. Si no registras a tu perro, y, por tanto, no pagas ese impuesto, puedes recibir multas de miles de euros. Sin embargo, hay excepciones: perros en hogares vulnerables; si el animal procede de un refugio animal, estás exento del pago durante un tiempo; los perros guía o calificados como de servicio; los perros policía, y los de caza.

El importe de ese impuesto lo determina cada municipio. En las grandes ciudades es más alto porque quieren limitar el número de perros, así que se paga más todavía por un segundo o tercer animal. También el impuesto aumenta si la raza del animal está en la lista de los denominados peligrosos. En lugares como Berlín, Múnich y Hamburgo se puede pagar desde 90 hasta 1.000 euros anuales. Después de la pandemia, se ha incrementado esta tasa de tenencia de perros, como confirma la subida de la recaudación por este concepto en un 3% en 2020 respecto al año anterior, como había ocurrido también en 2019. Esto confirma dos tendencias: el aumento progresivo de los impuestos por tenencia de perros y el incremento del número de animales. De hecho, según el Club Kennel alemán, la compra de perros se incrementó un 20% en 2020 en comparación con los años anteriores.

¿Cuál es el límite?

El aumento en la adquisición de animales domésticos en los países ricos está relacionado con muchos de los temas que también se tratan en este libro. La dificultad de los jóvenes para crear sus propias familias, las bajas tasas de natalidad, los trabajos precarios y la soledad son factores que, además del obvio amor por los animales, motivan la decisión de incorporar una mascota a la familia.

Con estos datos, sin duda, las medidas para la protección máxima de las mascotas son ampliamente aceptadas por la sociedad. La evolución de una sociedad también se refleja en el trato a los animales, algo que los que amamos a los animales defendemos a ultranza. Para empezar, no es admisible bajo ningún concepto el maltrato ni el abandono de las mascotas. Se estima que en España cada año son abandonados casi 300.000 animales de compañía. En 2021, por ejemplo, las más de 1.500 protectoras y centros de acogida de animales dieron refugio a 167.656 perros y 117.898 gatos, de los cuales la mitad tuvieron la fortuna de ser adoptados. 

Pero ¿no nos estaremos excediendo? 

Después de todo, por muchos cuidados y amor que les demos, las mascotas no dejan de ser animales. Tienen sus instintos y pueden reaccionar de forma inesperada en cualquier momento. Además, ¿hasta dónde queremos llegar con esta «humanización» de los animales? En nuestro exceso de celo con las mascotas, ¿nos olvidaremos de las personas que sufren y tienen necesidades en el mundo? ¿No es una inmoralidad, rayando la indecencia, mostrar en las redes sociales esos cuidados tan delicados y costosos con las mascotas cuando millones de personas de medio mundo no tienen prácticamente nada y se mueren literalmente de hambre? ¿Qué pasará si cambian las circunstancias económicas y no podemos seguir deparando este trato exquisito a los animales? Muchas preguntas sobre las que debemos reflexionar.

En Reino Unido, en 2015, la organización benéfica de investigación médica Harrison’s Fund comprobó que las fundaciones y asociaciones de mascotas recogían más ayudas solidarias que su organización cuando solicitaba fondos para luchar contra enfermedades infantiles. Por eso, realizó un experimento audaz. Publicaron dos anuncios digitales idénticos durante una semana, uno con una foto de un perro que encontraron en internet, y otro con la de un niño, concretamente la del muchacho que da nombre a la fundación y que sufre una distrofia muscular. En ambos casos utilizaron el mismo texto: «¿Darías 5 libras para salvar a Harrison de una muerte lenta y dolorosa? ». El resultado fue que los lectores pincharon en el anuncio del perro el doble de veces que en el que mostraba al niño. 

En enero de 2020, un equipo de psicólogos de la estadounidense Georgia Regents University preguntó a 573 personas a quién salvarían si un autobús fuera a atropellar al mismo tiempo a una persona y a un perro y tan solo pudieran salvar a uno de ellos. El 40% de los encuestados prefirió salvar al perro en el caso de que fuese su mascota y no conocieran a la persona. Si tanto el perro como la persona eran desconocidos, el porcentaje de los que salvarían al can bajó al 14%. Como dato curioso, las mujeres fueron mucho más proclives que los hombres a salvar al perro, en cualquier condición, duplicando los porcentajes. Siguiendo en Estados Unidos, según una encuesta realizada por Harris Insights and Analytics, el 90% de los estadounidenses que tienen gatos o perros los consideran parte de su familia, e incluso son los preferidos. En este mismo sentido, de acuerdo con la American Animal Hospital Association, el 40% de las mujeres casadas y que tenían perros en su hogar aseguraron recibir más apoyo emocional por parte de sus mascotas que de sus hijos o maridos.

Las mascotas: mucho más que meros animales

El exmarine británico Pen Farthing prefirió sacar de Afganistán, tras el regreso al poder de los talibanes en agosto de 2021, a los 200 perros y gatos que tenía una oenegé animalista, en lugar de a sus trabajadores. Este caso generó mucha controversia en todo el mundo, especialmente en Reino Unido, donde más de 1.000 personas con derecho a ser refugiadas y recibir asilo en el país se quedaron en territorio afgano. En Colombia se llegó a proponer un proyecto de ley para que los trabajadores tuvieran hasta tres días de luto por la muerte de su mascota, aunque debían declararla previamente ante su empleador.

En España, durante las elecciones autonómicas andaluzas que se celebraron en junio de 2022, el partido Adelante Andalucía propuso una serie de llamativas medidas relacionadas con los animales de compañía: reconocer tanto la figura de las familias formadas por diversas especies (una de ellas, la humana) como los derechos de sus miembros; un permiso retribuido a los funcionarios por el fallecimiento u hospitalización de sus mascotas; la creación del Defensor Andaluz de los Animales; e impulsar el acceso de las mascotas a las playas y otros espacios, como organismos públicos, transportes, hospitales y residencias de ancianos. 

Ya ha habido casos muy sonados de herencias recibidas por un perro. La mascota más rica del mundo es un pastor alemán, Gunther III, que heredó 500 millones de dólares que le legó Karlotta Liebenstein, fallecida sin hijos en 1992 y con un amor incondicional por su perro. En noviembre de 2021 el bisnieto de Gunther III, Gunter VI, puso a la venta una mansión, ubicada en Miami y antigua propiedad de la cantante Madonna, por casi 32 millones de dólares. Puesto que también entre perros se puede heredar, ¿cómo se debería aplicar en ese caso el impuesto de sucesiones?

No faltan iniciativas de colectivos para que se autorice y regularice el enterramiento de animales de compañía en cementerios, o para autorizar los trasplantes en las mascotas de modo similar a como se hace entre humanos.

Se ha acuñado el término petofilia para referirse al apego excesivo por una o varias mascotas. Aunque todavía no se considera una patología clínica, lo cierto es que esa obsesión afecta cada vez a más personas. Además de desmedidas atenciones y cuidados a los animales de compañía, una de las consecuencias de la petofilia es, por ejemplo, que cualquier vídeo que se cuelga en las redes sociales en el que aparecen animales actuando y reaccionado como podría hacerlo un humano se convierte inmediatamente en viral. Y ya no digamos cuando los cuerpos de bomberos o policías cuelgan el resultado de una intervención en la que han socorrido a una mascota en apuros; los likes que reciben son muchos más que si hubieran salvado a una persona. ¿No estamos yendo demasiado lejos?

Un gran negocio

El afecto hacia las mascotas también genera negocios, muchos y crecientes. Se ha entrado en una dinámica materialista que nos lleva a no prescindir de ningún gasto que supongamos beneficioso para el animal, por más que, en algunos casos, resulte cuestionable si realmente es así. Como siempre, hay quien sabe aprovechar las oportunidades que ofrecen las tendencias. Y así, en el mercado es posible encontrar una amplísima y creciente gama de productos, algunos a precios elevados.

En las ciudades, incluso en poblaciones pequeñas, proliferan las instalaciones dedicadas en exclusiva a las mascotas, con servicio de peluquería, baño o masaje. Para los propietarios cuya cartera no conoce límites, hay exclusivos hoteles de lujo para perros, con minisuite y tratamientos de spa , baño de espuma de ozono, masaje y aquagym , entre otras comodidades. Para los más sibaritas (los dueños, se entiende) hay todavía otro nivel, con hoteles que ofrecen a las mascotas pantallas de televisión gigantes que emiten sonidos que les recuerdan a su hogar, vehículos de alta gama (¡incluso deportivos!) para sus traslados y todo tipo de tratamientos de belleza o actividades lúdicas. La última moda —una más de tantas— son las mansiones para perros, unos palacios perrunos por los que se puede llegar a desembolsar más de 160.000 euros. Eso sí, dotados de la última tecnología domótica y sin que falte ningún lujo, como suelos de mármol o doble acristalamiento. Para que no carezcan de nada, hay colecciones de muebles especialmente diseñados para mascotas, como los que ofrece la marca Ikea.

Para que no se aburran, la gama de juguetes empieza a parecerse a los infantiles y hay hasta juegos de mesa que dicen potenciar su inteligencia. Por descontado, se crean parques públicos solo para perros y empieza a haber playas para ellos, lo que hace que sea importante regular ese uso, pues la presencia de perros sueltos a orillas del mar, por ejemplo, impide que se reproduzcan muchas especies de aves. Sin olvidar toda una gama de alimentación (por razas, tamaños, edades, intolerancias, afecciones...), que incluye helados de distintos sabores. No faltan colonias y champús especiales. Ni tampoco una amplia variedad de vestimentas y disfraces. Ni las cada vez más populares fiestas de cumpleaños. ¿Actos para la mascota o para el dueño? ¿Realmente las mascotas los valoran o solo las estresan? ¿No es una forma de abuso? Y para el temido desenlace fatal, entierros muy dignos, con crematorio, urnas para las cenizas y cementerios específicos, para que siempre nos acompañen.

Entonces ¿qué hacemos con las mascotas?

Lo mismo que con cualquier otro ser vivo: respetarlas. Es lo mínimo que se merecen. Si además devolvemos a las mascotas que nos acompañan una parte de la mucha lealtad, fidelidad e incluso, por qué no decirlo, cariño que a su manera nos entregan, mejor.

Pero sería muy triste que todo fuera porque hemos evolucionado muy poco como seres humanos y, desconfiando de nuestros congéneres, nos refugiamos en los animales, no solo para que nos hagan compañía, sino como trincheras desde las que aguantar los embates de la vida. ¿No es pedirles demasiado? Tampoco deberían ser simplemente un sustituto de los hijos. Hasta el papa Francisco ha denunciado que hoy «perros y gatos ocupan el lugar de los hijos», lo que «nos quita humanidad». 

Después de todo, los animales son lo que son, y por mucho que tratemos de humanizarlos, nunca podrán sustituir a los seres humanos, con nuestras imperfecciones (que nos definen), pero también con nuestras grandezas, que son muchas.

Del libro La encrucijada mundial, de Pedro Baños


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