El Éxtasis de Santa Teresa de Bernini, la obra maestra indiscutible del gran escultor barroco, fue muy criticado en su época.
La obra representa muy fielmente una de las visiones que tuvo la Santa de Ávila y que describió muy vívidamente en su autobiografía.
"Vi un ángel cerca de mí, a la izquierda, en forma carnal, como nunca había visto excepto en mis visiones. [...] No era alto, era pequeño y muy guapo, su rostro estaba tan iluminado que me pareció uno de los ángeles de los rangos más altos, esos que parecen estar ardiendo. [...] Pude ver un largo dardo dorado en su mano, y en el extremo de la plancha me pareció que había un poco de fuego. Me pareció que con el dardo me atravesó el corazón un par de veces, y que llegó a mis entrañas. Cuando sacó el dardo, casi me pareció que se los llevaba consigo, y que me dejaba a mí todo ardiendo con un gran amor por Dios. El dolor era tan fuerte que me hizo emitir algunos gemidos, pero tan grande era la dulzura que me producía este dolor tan fuerte, que no podía desear que se detuviera, ni que mi alma se contentara con otra cosa que no fuera Dios. No era un dolor físico, sino espiritual, aunque hasta cierto punto el cuerpo mismo era parte de él, de hecho lo era en gran medida. Fue una caricia tan suave entre el alma y Dios, que rezo por su bondad para que incluso aquellos que piensan que estoy mintiendo puedan experimentarla".
En verdad, a nadie se le escapó la semejanza con un orgasmo: en este sentido, la expresión misma de la santa sería muy elocuente.
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