Advertencia impactante: El hombre que solo quería descansar descubre que la vida es un regalo. ¡No esperes a que sea tarde!
“Solo quiero descansar…” - el murmullo escapó de los labios del hombre cansado, casi como una maldición, mientras se desplomaba en el sofá.
Era un hombre que lo trabajaba todo. Lo cargaba todo. Y, por ende, se quejaba de todo con una devoción casi religiosa:
- Del trabajo interminable.
- De su esposa, cuya presencia daba por sentada.
- De la comida repetida, sin agradecer el esfuerzo.
- De su hija, que solo quería jugar con él, pero siempre llegaba "demasiado tarde".
- De su padre, que con amor intentaba darle un consejo.
“Estoy harto… solo quiero paz”, murmuraba cada noche, cerrando los ojos con el peso de la autocompasión. Nunca imaginó que la Muerte, paciente y atenta, lo estaba escuchando.
Hasta que, una noche, sintió un frío cortante en la habitación y una figura envuelta en sombra se cernió sobre él.
- Vengo por ti - dijo la Muerte con una voz tan tranquila como el final de un río- . Dios escuchó tus quejas. Dijiste que estabas cansado y tienes razón. Es hora de descansar para siempre.
El hombre, aterrado, preguntó temblando:
- Pero… ¿qué va a pasar con mi vida?
La Muerte respondió con calma, revelando una verdad brutal sobre su insignificancia percibida:
- En tu trabajo, ya pusieron a otro. Está feliz, llevaba meses sin empleo. Tu puesto era reemplazable.
- A tu esposa, la vida le ha enviado un hombre bueno. Alguien que sí agradece sus guisos y su compañía.
- Tu hija ahora juega con alguien que jamás llega demasiado cansado para ella.
- Y tu padre… llora todos los días por no haberte dado un abrazo más mientras aún podías recibirlo.
Lo llevaron... así. Sin ceremonia, sin aplausos, sin tiempo extra para despedidas. Un ataúd subido por una grúa porque la vida - esa misma que él decía que pesaba tanto- se le fue sin avisar.
En medio de la fría realidad, él gritaba, con el pánico agarrándole el alma:
- ¡NO QUIERO MORIR! ¡QUIERO VIVIR! ¡Quiero besar a mi hija! ¡Quiero abrazar a mi padre! ¡Quiero agradecerle a mi esposa todo lo que nunca valoré! ¡NO ESTOY LISTO!
Pero el eco del ya es tarde era la única respuesta.
Hasta que… despertó.
Era un sueño. Una pesadilla visceral, pero también una segunda oportunidad disfrazada de advertencia final. Se levantó de la cama, la gratitud reemplazó el cansancio. Besó a su hija como si fuera la última vez, abrazó a su esposa y llamó a su padre antes de que saliera el sol.
Y entendió algo profundo que solo comprenden quienes han visto su "propio final":
La vida es pesada solo hasta que entiendes que también es un regalo incondicional. Y que no siempre habrá otra mañana para valorarla o para corregir el amor que dejaste sin dar.
Reflexiona: ¿Estás viviendo la vida que querrás recordar cuando el tiempo se agote? Ver Lo que nunca te enseñaron
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