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Mostrando las entradas etiquetadas como gato

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El gato que no cazaba ratones

Un samurái tenía problemas a causa de un ratón que había decidido compartir su habitación y le quitaba la comida. Otro samurái le dijo: "Necesitas un gato, te voy a dar un bello ejemplar". Era un gato impresionante y hermoso, pero el ratón era más listo que el gato y se burlaba de él.  Ver  El samurái que escuchaba gatos El samurái, viendo que era poco astuto, lo largó y en su lugar adoptó un segundo gato, muy fuerte. El ratón, desconfiado, sólo aparecía cuando el gato se dormía. Viendo que el ratón campaba a sus anchas, un vecino le dio otro gato. Este tenía aspecto distraído, era mediocre y parecía siempre soñoliento. El samurái pensó: "¡No será este el que me librará del ratón!", pero como me lo han dado lo tendré un tiempo y si no me sirve se lo devolveré. Sin embargo, el gato siempre soñoliento e indiferente pronto dejó de inspirar preocupación al ratón, que pasaba junto a él sin apenas hacerle caso. Un día que el ratón pasaba por delante, súbitamente el gato a

El samurái que escuchaba gatos

Un samurái, feroz guerrero, pescaba apaciblemente a la orilla de un río. Pescó un pez y se disponía a cocinarlo cuando el gato, oculto bajo una mata, dio un salto y le robó su presa. Al darse cuenta, el samurái se enfureció, sacó su sable y de un golpe partió el gato en dos. Este guerrero era un budista ferviente y el remordimiento de haber matado a un ser vivo no le dejaba luego vivir en paz. Ver Las 21 reglas de Musashi Al entrar en casa, el susurro del viento en los árboles murmuraba miau. Las personas con la que se cruzaba parecían decirle miau. La mirada de los niños reflejaba maullidos. Cuando se acercaba, sus amigos maullaban sin cesar. De noche no soñaba más que miaus. De día, cada sonido, pensamiento o acto de su vida se transformaba en miau. El mismo se había convertido en un maullido. Su estado no hacía más que empeorar. La obsesión le perseguía, le torturaba sin tregua ni descanso. No pudiendo acabar con los maullidos, fue al templo a pedir consejo a un viejo maestro Zen. –

La cobra y el gato (y un ratón)

Erase una vez un gato que cansado de no poder alcanzar al ratón, al ser este más rápido y más listo, decidió ir a ver a una cobra que vivía en el jardín de la casa. Con la zalamería que solo un gato puede tener comenzó a hablar con la cobra: -¿Sabes gran serpiente? Hay un ratón que presume de ser más rápido y más listo que tú –decía ronroneando. La cobra y el gato (y un ratón) -¿Y? – Contestó la serpiente con cierto interés. -Dice que cualquier día aprovechando que te haces vieja te matará y se quedará con tu territorio – dijo regocijándose el gato al haber captado el interés de la cobra –y es muy fuerte ese roedor, si tiene una oportunidad... -¿Y dónde se esconde ese ratón? – preguntó la serpiente totalmente levantada. -Junto al agujero que hay al lado del reloj de pie – contestó el gato sin poder esconder su satisfacción. Al día siguiente la cobra esperó detrás del reloj a su victima. No pasaron más de 5 segundos desde que el ratón asomase la cabe

El samurai que escuchaba gatos

Un samurai, feroz guerrero, pescaba apacilemente a la orilla de un río. Pescó un pez y se disponía a cocinarlo cuando el gato, oculto bajo una mata, dio un salto y le robó su presa.  Al darse cuenta, el samurai se enfureció, sacó su sable y de un golpe partió el gato en dos. Este guerrero era un budista ferviente y el remordimiento de haber matado a un ser vivo no le dejaba luego vivir en paz. El samurai que escuchaba gatos Al entrar en casa, el susurro del viento en los árboles murmuraba miau. Las personas con la que se cruzaba parecían decirle miau. La mirada de los niños reflejaba maullidos. Cuando se acercaba, sus amigos maullaban sin cesar. De noche no soñaba más que miaus. De día, cada sonido, pensamiento o acto de su vida se transformaba en miau. El mismo se había convertido en un maullido. Su estado no hacía más que empeorar. La obsesión le perseguía, le torturaba sin tregua ni descanso. No pudiendo acabar con los maullidos, fue al templo a pedir consejo a

Cómo persuadir a un gato para que coma pimienta

Un Emperador chino reunió a dos de sus ministros y les hizo la siguiente pregunta: “¿Cómo conseguiríais que un gato comiese pimienta?”. La pimienta es un repelente para muchos animales, y más para los gatos, que suelen ser muy exquisitos con lo que comen.  El primero de los ministros respondió a la pregunta de Emperador: - “Le abriría la boca a la fuerza y le empujaría con un palillo la pimienta por su garganta.” - “Muy mal”, le contestó el Emperador, “eso es emplear la fuerza bruta, y así sólo se genera resentimiento, no es forma de conseguir nada de nadie.” Cómo persuadir a un gato para que coma pimienta - “Le dejaría que pasara hambre y después haría una pelota con carne”, se le ocurrió al otro Ministro, “y dentro pondría la pimienta. Así el gato comería la carne y sin darse cuenta, también la pimienta.” - “Tampoco es la solución”, replicó el Emperador, “así estás empleando el engaño que es solución a corto plazo pero con el tiempo acarrea muchos problemas

El samurái que mató un gato

Historia de Miau El samurái y el gato Un samurái, feroz guerrero, pescaba apaciblemente a la orilla de un río. Pescó un pez y se disponía a cocinarlo cuando el gato, oculto bajo una mata, dio un salto y le robó su presa. Al darse cuenta, el samurái se enfureció, sacó su sable y de un golpe partió el gato en dos. Este guerrero era un budista ferviente y el remordimiento de haber matado a un ser vivo no le dejaba luego vivir en paz. Al entrar en casa, el susurro del viento en los árboles murmuraba miau. Las personas con la que se cruzaba parecían decirle miau. La mirada de los niños reflejaba maullidos. Cuando se acercaba, sus amigos maullaban sin cesar. Todos los lugares y las circunstancias proferían miaus lastimeros. De noche no soñaba más que miaus. De día, cada sonido, pensamiento o acto de su vida se transformaba en miau. El mismo se había convertido en un maullido... Su estado no hacía más que empeorar. La obsesión le perseguía, le torturaba sin tregua ni descanso

Camuflaje

El camuflaje del gato - ¡Cadete García! - ¡Si señor! - No le he visto en las pruebas de camuflaje de hoy. - ¡Gracias señor! El Arte de la Estrategia tusbuenoslibros