LEY N° 3. DISIMULE SUS INTENCIONES
Desconcierte a la gente y manténgala en la mayor ignorancia posible, sin señalar nunca el propósito de sus acciones.
Estudiantes copiando sin disimulo |
Si no tienen la menor idea de qué es lo que usted quiere logran les resultará imposible preparar una defensa. Condúzcalos por el camino de las falsas suposiciones, envuélvalos en una nube de humo y verá que, cuando al fin caigan en la cuenta de sus verdaderas intenciones, ya será tarde para ellos.
Durante la guerra de la Sucesión Española, en 1711, el Duque de Marlborough, comandante del ejército británico, deseaba destruir un fuerte francés de importancia clave, ya que protegía un paso vital a través de Francia. Sin embargo, sabía que si llegaba a destruirlo, los franceses descubrirían de inmediato sus verdaderas intenciones: avanzar por aquel camino. De modo que, en lugar de destruirlo, capturó aquel fuerte y dejó allí parte de sus tropas, simulando que deseaba utilizarlo para sus propios fines. Los franceses atacaron el fuerte y el duque dejó que lo recuperaran. Una vez que los franceses volvieron a ocuparlo, fueron ellos quienes lo destruyeron, convencidos de que el duque lo pretendía por alguna razón estratégica importante. Sin el fuerte, el camino había quedado sin protección y Marlborough pudo entrar en Francia sin problemas.
¿Ha oído hablar alguna vez de un hábil general que intente tomar por sorpresa una ciudadela y anuncie su plan al enemigo? Disimule su propósito y oculte sus progresos. No revele sus designios en toda su magnitud, hasta que ya no haya forma de oponerse a ellos, es decir, hasta que el combate haya concluido. Obtenga la victoria antes de declarar la guerra. En otras palabras, imite a quienes, al mejor estilo de los guerreros, no permiten que nadie conozca sus designios, salvo el país asolado por el que acaban de pasar. Ninón de Lenclos, 1623-1706
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