Se trataba de un hombre que llevaba muchas horas viajando a pie y estaba realmente cansado y sudoroso bajo el implacable sol de la India.
Extenuado y sin poder dar un paso más, se echó a descansar bajo un frondoso árbol. El suelo estaba duro y el hombre pensó en lo agradable que sería disponer de una cama.
Resulta que aquél era un árbol celestial de los que conceden los deseos de los pensamientos de la mente y los hacen realidad. Así es que al punto apareció una confortable cama.
El hombre se echó sobre ella y estaba disfrutando en el mullido lecho cuando pensó en lo placentero que resultaría que una joven le diera masaje en sus fatigadas piernas. Al momento apareció una bellísima joven que comenzó a procurarle un delicioso masaje.
Bien descansado, sintió hambre y pensó en qué grato sería poder degustar una sabrosa y opípara comida. En el acto aparecieron ante él los más suculentos manjares. El hombre comió hasta saciarse y se sentía muy dichoso.
Bien descansado, sintió hambre y pensó en qué grato sería poder degustar una sabrosa y opípara comida. En el acto aparecieron ante él los más suculentos manjares. El hombre comió hasta saciarse y se sentía muy dichoso.
De repente le asaltó un pensamiento: “!Mira que si ahora un tigre me atacase!” Apareció un tigre y lo devoró.
Moraleja
Cambiante y descontrolada es la naturaleza de la mente. Aplícate a conocerla y dominarla y disiparás para siempre el peor de los tigres: el que mora dentro de ella misma.
Va a resultar que al final no es tan mala la tele a la hora de comer.
ResponderEliminarUn saludo, Carlos.
Si no te come el tigre, por supuesto. Otra cosa es que te coman el coco.
EliminarUn saludo, Cayetano
Y mira que hay gente así...No veas cuantos me encuentro a diario...
ResponderEliminarSaludos
Mas o menos los que me encuentro yo también. La humanidad no está muy en sus cabales, creo yo.
EliminarSaludos