Cuando Marina Yuryeva dio a luz a su hijo, su esposo, Igor Petrov, quedó atónito.
El niño, que se suponía que debía ser el nuevo miembro de su familia eslava, tenía la piel oscura, como si hubiera nacido en las cálidas costas de África.
—¿Cómo es posible? —murmuró Igor, observando al bebé con incredulidad.
Su perplejidad pronto se convirtió en sospecha, luego en ira. Decidió que su esposa lo había engañado con un extranjero, alguien de rasgos exóticos. Sin escuchar explicaciones, hizo su maleta, tomó su abrigo de cuero y desapareció de la casa sin mirar atrás.
Marina, entre lágrimas, juraba su inocencia, pero nadie la creyó. Los médicos solo se encogieron de hombros y mencionaron la posibilidad de que se tratara de un salto genético, una rareza en la herencia familiar. Sin embargo, Marina no recordaba ningún antecedente en su linaje. ¿Cómo podía haber sucedido algo así?
Rumores y sospechas
El pueblo no tardó en hablar. Los vecinos susurraban, señalaban a Marina y murmuraban teorías. Todos coincidían en un solo nombre: Fabien Moreau, un químico francés que trabajaba en la fábrica local y que, por casualidad, tenía la piel oscura.
—Seguro que él es el padre —decían las ancianas en el mercado.
—No hay otra explicación —aseguraban los hombres en la taberna.
Cuando Igor escuchó estos rumores, su ira creció. Se puso su chaqueta de cuero, tomó una palanca y, con los ojos encendidos de furia, subió a su motocicleta. El rugido del motor resonó por las calles frías mientras se dirigía a la residencia de Fabien.
Mientras tanto, Marina, ajena al peligro que se cernía sobre su supuesto amante, regresaba a casa con su bebé en brazos. Caminaba por un callejón poco iluminado cuando, de repente, una sombra surgió de entre los edificios.
Un desconocido la atacó sin previo aviso. Marina apenas tuvo tiempo de proteger a su hijo antes de que un fuerte golpe la derribara al suelo. Gritó, pero el viento helado ahogó su voz. Su agresor la golpeó de nuevo y huyó en la oscuridad.
La verdad enterrada en el pasado
Horas después, unos vecinos encontraron a Marina inconsciente y la llevaron al hospital. Igor, que estaba a punto de irrumpir en la casa de Fabien, recibió la noticia del ataque y corrió al hospital. Al ver a su esposa en una camilla, con el rostro hinchado y el labio partido, sintió un dolor punzante en el pecho.
Junto a la cama estaba el bebé, envuelto en mantas blancas. Tenía los ojos abiertos, inocentes, sin culpa alguna de las sospechas de su padre.
—Dios mío… ¿Qué he hecho? —susurró Igor, sintiéndose el peor de los hombres.
En ese momento, Nikolái, un anciano del pueblo que había sido amigo de la familia durante décadas, entró en la habitación y lo miró con gravedad.
—No busques culpables donde no los hay, muchacho —le dijo con voz firme—. Tu bisabuela, la madre de tu abuelo, tuvo un hijo con un soldado africano que vino a Rusia durante la guerra. Esa sangre sigue en tu familia, y hoy, la genética ha hablado.
Igor sintió cómo el mundo se derrumbaba a su alrededor. Había abandonado a su esposa y a su hijo por un simple capricho del destino.
Se acercó a Marina, tomó su mano y, con lágrimas en los ojos, le susurró:
—Perdóname.
Y tú, ¿qué opinas?
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Creo que ninguno tuvo la culpa de que el niño hubiera nacido negro, ni siquiera Igor, yo que ellos daba al niño en adopción y seguía intentando tener uno blanco 🤍 que se pareciera a ellos.
ResponderEliminarQue sionismo, el color de la piel no determina a una persona y regalar un niño inocente es crueldad
EliminarQué imbecilidad mencionar que se deshagan del niño por su color. Mi madre (de progenitores indígenas) tuvo 12 hermanos de tez blanca y ojos azules o verdes, solo ella y otro varón eran morenos. Yo soy moreno y mi esposa morena, tengo un hijo que parece europeo y físicamente es igual que yo, porqué habría de dudar
ResponderEliminarQué bueno que se aclaró el misterio, el niño sano y salvo con sus padres junto a él. El color no importa , la vida es la importante.
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