Del máximo desorden al máximo orden. Parece ser que se cumple, como en la Revolución Francesa en 1.798 o en la soviética en 1.917. Cayeron los Borbones y los Zares, aparecieron Napoleón y Stalin. Como en todo, siempre hay excepciones. Cuando la monarquía electiva se convirtió en hereditaria, inmediatamente comenzaron los herederos a degenerar de sus antepasados, y prescindiendo de las obras virtuosas, creían que los príncipes sólo estaban obligados a superar a los demás en lujo, lascivia y toda clase de placeres. Comenzó, pues, el odio contra los monarcas, empezaron éstos a temerlo, y pasando pronto del temor a la ofensa, surgió la tiranía. Ésta dio origen a los desórdenes, conspiraciones y atentados contra los soberanos, tramados, no por los humildes y débiles, sino por los que sobrepujaban a los demás en riquezas, generosidad, nobleza y ánimo valeroso, que no podían sufrir la desarreglada vida de los monarcas. Revoluciones, está todo inventado La