Simula, disimula, no ofendas a nadie y de todos desconfía: antiguo consejo para un joven Rey Sol que te servirá para desenvolverte y medrar en la Corte en la que todos sobrevivimos.
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La agresividad individual y colectiva entre las personas y entre grupos de personas nunca ha menguado, más bien ruge con mayor fuerza. Cuando son muchas las gentes que aspiran a lo mismo y el premio se percibe escaso, el conflicto se torna inevitable. Como citan las Sagradas Escrituras, al ser muchos los llamados y pocos los escogidos, es normal que para ser elegido entres en dura pugna con tus rivales y con los que pudieran ser tus amigos. Y al fin y a la postre, todos se convierten en tus fieros adversarios. Medita que todos estos trabajos y empresas los emprenderás para ser tú el escogido y negar el premio a otros que lo mismo afanan y pretenden. Advierte que lo mismo intentarán hacer contigo tus oponentes.
Estas rivalidades se tornan en ruidosa y dura violencia, tanto social como entre culturas. Pese al loable empeño de profetas, religiosos, filósofos, sabios y demás personajes presuntamente bienintencionados, parece ser que todo este comportamiento es demasiado humano para ser erradicado. De hecho, está vivo y como una bestia se mueve dentro de ti, sólo tienes que tener el valor de mirar en tu lado oscuro.
En resumen, somos violentos y agresivos, el conflicto entre intereses es otra cualidad más de la sociedad y hay bastantes indicios de que este comportamiento no va a mudar a mejor en un futuro inmediato. En todo caso, evolucionará a una mayor intensidad. La violencia y la guerra entre personas permanecen vivas y metamorfoseadas en otras formas igual de peligrosas. Para aportar algo de luz entre tantas tinieblas y evitar la barbarie y el caos, las sociedades han creado unas reglas de conducta: leyes, costumbres, tabúes, normas, religiones, creencias y demás necedades. No te las tomes demasiado en serio. Todo este entramado de estructuras, en el fondo, no difiere en nada al que establecieron las primeras civilizaciones hace mas de cinco mil años. Siguen siendo las mismas reglas, y éstas alcanzaron su máxima expresión en las Cortes de cualquier civilización.
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Sientes dentro de ti que todo esto que te cuento es sólo de aplicación para aristócratas y nobles cortesanos que disfrutan de un etéreo y dorado mundo inasequible para el resto de las personas. ¡Qué ciego estás si aún no te has percatado de cómo funciona tu sociedad! Estas reglas rigen para todo el mundo, desde el mismo Rey hasta el más descolorido mendigo, pues donde hay un grupo de personas, invariablemente resonará el fragor de la lucha por el poder, alguien lo conseguirá y a su sombra crecerán los cortesanos que conspirarán para quitárselo o para agarrarse a una porción de ese poder dentro de su Corte. Incluso se dice que algunos animales sociales como lobos, elefantes y simios tienen algo parecido a una Corte. Los seres humanos somos mucho más animales de lo que te imaginas.
Tengo confianza en tu capacidad y cualidades, pero espabila, otros competidores ya te llevan ventaja. Tal vez demasiada. Es hora de que cambies todo esto.
Bienvenido a la Corte sin fin.
Bienvenido a la sociedad de las ratas.
A la realidad.
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