Ícaro, hijo de Dédalo, desafiando advertencias, sucumbe al exceso de euforia al volar con alas de cera, revelando la ilusión de la felicidad desmedida Ícaro, el joven de espíritu audaz y visionario, era el vástago de Dédalo, el genio artífice que ostentaba el título de ser el más hábil arquitecto en la Grecia antigua. Dédalo, conocido por erigir el intrincado laberinto de Creta para confinar al temible Minotauro, se encontró en una situación precaria que requería escapar de la ciudad junto con su hijo. Ver 10 cosas que debes dejar de hacer para mejorar tu vida Ante esta urgencia, Dédalo ideó la construcción de unas alas colosales, confeccionadas meticulosamente a partir de un sinfín de plumas de aves, unidas con cera. Para asegurarlas a los brazos de Ícaro, añadió correas de cuero. Antes de emprender el vuelo, Dédalo advirtió a su hijo con solemnidad: - Ícaro, debes volar con moderación. Si te elevas demasiado, el sol derretirá la cera que sostiene las alas. Pero tampoco te sume