Los líderes soviéticos no podían permitirse el repliegue: aparte de crear un peligroso vacío de poder en Afganistán, eso daría un fuerte golpe al prestigio global de su país como superpotencia. Para los miembros de más alto rango del politburó soviético —el secretario general, Leonid Brezhnev; el director de la KGB, Yuri Andropov, y el ministro de Defensa, Dmitri Ustinov—, el periodo de fines de la década de 1960 a principios de la de 1970 pareció una época de oro. Habían sobrevivido a la pesadilla de los años de Stalin y al torpe reinado de Kruschev. Soldados soviéticos en Afganistán junto a helicóptero MI-24 Por fin había cierta estabilidad en el imperio soviético. Sus Estados satélites en Europa oriental eran relativamente dóciles, en particular tras la supresión de un levantamiento en Checoslovaquia en 1968. Su archinémesis, Estados Unidos, había sacado un ojo morado de la Guerra de Vietnam. Sin embargo, lo más promisorio era que los rusos habían podido extender poco a poco su inf