Un día, un joven se arrodilló a orillas de un río. Metió los brazos en el agua para refrescarse el rostro y allí, en el agua, vio de repente la imagen de la muerte. Se levantó muy asustado y preguntó: -Pero… ¿qué quieres? ¡Soy joven! ¿Por qué vienes a buscarme sin previo aviso? -No vengo a buscarte -contestó la voz de la muerte-. Tranquilízate y vuelve a tu hogar, porque estoy esperando a otra persona. No vendré a buscarte sin prevenirte, te lo prometo. El joven entró en su casa muy contento. Se hizo hombre, se casó, tuvo hijos, siguió el curso de su tranquila vida. Un día de verano, encontrándose junto al mismo río, volvió a detenerse para refrescarse. Y volvió a ver el rostro de la muerte. La saludó y quiso levantarse. Pero una fuerza lo mantuvo arrodillado junto al agua. Se asustó y preguntó: -Pero ¿que quieres? -Es a ti a quien quiero -contestó la voz de la muerte-. Hoy he venido a buscarte. -¡Me habías prometido que no vendrías a buscarme sin prevenir