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Las 20 leyes de la astucia

El arte de moverte con inteligencia en un mundo lleno de apariencias ¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas siempre salen ganando, incluso en las peores situaciones? ¿Te gustaría entender cómo piensan los que realmente mandan… y aprender a jugar con sus mismas cartas? Las 20 leyes de la astucia es el manual definitivo para quienes quieren dejar de ser ingenuos y empezar a moverse con cabeza en la vida . Este libro no es teoría vacía ni frases motivacionales: es estrategia pura, clara y directa. ¡Haz clic aquí para leer una muestra ahora! Te ofrece unas herramientas prácticas para: Entender los juegos ocultos de poder e influenci a. Detectar segundas intenciones y protegerte de ellas. Influir sin imponer, ganarte el respeto sin alzar la voz. Tomar decisiones con inteligencia emocional y visión estratégica. Convertirte en alguien más difícil de manipular , más sólido y respetado. Imagina tener la capacidad de leer entre líneas, anticiparte a los movimientos de los dem...

Maquiavelo. Premios y castigos


Según el pensamiento de Maquiavelo, una de las primeras medidas que debes adoptar si eres un líder es buscar un segundo jefe que ejecute todas las medidas impopulares. Para ti te reservarás los premios y recompensas. 

Maquiavelo. Premios y castigos
Retrato de César Borgia
Maquiavelo dice:
Conquistada la Romaña y encontrándola gobernada por señores incapaces, más dispuestos a despojar a sus súbditos que a llamarlos al orden -con lo cual les daban motivo de desunión y no de unión, hasta el punto de que todo el territorio estaba sembrado de ladrones, banderías y toda clase de rebeldías-, determinó (César Borgia) que era necesario darle un buen gobierno si quería reducirla al orden y hacerla obediente al poder soberano. Por eso puso al frente del país a Ramiro de Orco, hombre cruel y expeditivo, al cual dio plenos poderes.

Al cabo de poco tiempo su ministro consiguió pacificar el territorio y reducirlo a la unidad, todo lo cual trajo consigo la extraordinaria reputación del duque. Pero más tarde juzgó el duque que ya no era necesaria tan gran autoridad, pues se corría el peligro de que resultara odiosa, e implantó un tribunal civil en el centro del territorio, presidido por un hombre excelentísimo y en el que cada ciudad tenía su propio abogado. Y como sabía que los rigores pasados le habían generado algún odio, para curar los ánimos de aquellos pueblos y ganárselos plenamente decidió...
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