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Las 20 leyes de la astucia

El arte de moverte con inteligencia en un mundo lleno de apariencias ¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas siempre salen ganando, incluso en las peores situaciones? ¿Te gustaría entender cómo piensan los que realmente mandan… y aprender a jugar con sus mismas cartas? Las 20 leyes de la astucia es el manual definitivo para quienes quieren dejar de ser ingenuos y empezar a moverse con cabeza en la vida . Este libro no es teoría vacía ni frases motivacionales: es estrategia pura, clara y directa. ¡Haz clic aquí para leer una muestra ahora! Te ofrece unas herramientas prácticas para: Entender los juegos ocultos de poder e influenci a. Detectar segundas intenciones y protegerte de ellas. Influir sin imponer, ganarte el respeto sin alzar la voz. Tomar decisiones con inteligencia emocional y visión estratégica. Convertirte en alguien más difícil de manipular , más sólido y respetado. Imagina tener la capacidad de leer entre líneas, anticiparte a los movimientos de los dem...

El saludable efecto de los impuestos

A continuación se puede leer las consecuencias de la voracidad recaudatoria de impuestos en tiempos del Imperio Romano


Recaudador de impuestos
Recaudador de impuestos
No era lo mismo recolectar los tributos de una provincia que los de muchas, así como tampoco debía serlo cuando se trataba de regiones tan distantes como Britania, Bitinia o Egipto. Una de las soluciones que adoptaron los romanos, haciendo gala de su habitual pragmatismo, fue la de subcontratar a los temidos publicanos. Estos no sólo eran agentes de recaudación, sino que llegaban mucho más allá. El Estado romano les vendía la exclusiva de recaudar los impuestos de una determinada región, a cambio de una cantidad fija. Los publicanos después podían llegar a recaudar más, no estando obligados a liquidar el excedente.

Para Roma este tipo de acuerdo era muy conveniente, ya que le permitía anticipar los ingresos y conocer de antemano la cantidad exacta que se iba a recaudar. Como todo empresario o político sabrá, esta solución es buena para quien quiera equilibrar un presupuesto. Sin embargo, podía llevar también a que los publicanos, en su afán por amortizar el dinero entregado al Estado, o simplemente por instinto rapaz, estrangularan fiscalmente a la población de las provincias. Esto llevó a no pocas revueltas y levantamientos por los desmanes de estos recaudadores fiscales subcontratados. Se reguló su actividad a finales de la república, pero si nos atenemos a lo que nos explica este texto del S. III dC, esta cuestión nunca quedó bien resuelta.


Lo que aumentó la catástrofe nacional y el luto general fue el nuevo censo impuesto a las provincias y a las ciudades. Los censores estaban dise­minados por doquier y lo ponían todo en desorden como si se tratara de cosas de enemigos o de prisioneros o de esclavos. Se medían los campos en masa, se numeraban los árboles y las vides, se registraban los animales de todo tipo. Se usaba también el mismo procedimiento con las personas: los habitantes de las ciudades y de los campos eran reunidos masivamente en una plaza; todas las plazas regurgitaban grupos de siervos y de esclavos, porque cada uno debía estar presente con sus hijos y siervos. 
Recaudador de impuestos. Publicano

Por todas par­tes se oía un sonido de lamentos y de golpes; los hijos eran incitados con­tra los padres, y los siervos, hasta ese momento fidelísimos, contra sus patronos, las mujeres contra los maridos, para que denunciaran la verda­dera entidad de sus ingresos. Si la cosa no salía bien, ellos mismos eran sometidos a la tortura hasta que, bajo la presión del dolor, confesaban y denunciaban incluso lo que no tenían. No se aceptaba ninguna excusa de edad o de salud. Se hacía comparecer incluso a los enfermos y a los decré­pitos; se estimaba la edad de cada uno, a los niños se les añadía y a los ancianos se les quitaban arbitrariamente los años. 

Por todas partes reinaba un llanto y una tristeza grandísima. No se daba fe a las declaraciones de los censores y se enviaba siempre a otros nuevos para que encontraran alguna cosa más; y si tampoco estos últimos lo conseguían, se añadían otras tasas para no dar la impresión de haberlos enviado en vano. Entre­tanto disminuían los animales domésticos, los hombres morían. Pero eso no impedía que hubiera que pagar los impuestos incluso por los muertos. 

En pocas palabras, ya no se podía ni vivir ni morir sin pagar impuestos. Sólo quedaban los mendigos, de los que era inútil esperar algún tributo: su miseria e infelicidad los hacía, por lo menos, inmunes a cualquier injusti­cia. Pero este hombre de tan gran corazón [se refiere aquí al emperador Gale­no, que había ordenado este censo: 293-310 d.C.] también tuvo piedad de ellos y encontró el modo de liberarlos de su miseria: hizo reunir a todos, cargarlos en una barca y echarlos al mar.

Lactancio, De mort. Pers. 23. (finales del siglo III .d.C)

Fuente:


Comentarios

  1. El aparato estatal y burocrático romano, con ese ejército descomunal, suponía un gasto enorme para las arcas romanas. A pagar se ha dicho.
    Un saludo.

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    Respuestas
    1. Muchas civilizaciones se han devorado a si mismas mediante impuestos. Luis XVI perdió la cabeza por los impuestos. Aquí cada día se habla mas de guillotina...

      Saludos, Cayetano

      Eliminar
  2. El asunto de los mendigos y como fue resuelto me ha abierto los ojos...Pero creo que será difícil convecer a los políticos que tomen el barco ;D


    Saludos Carolus

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me temo que el tema del barco de los mendigos lo hagan con los que de verdad piden en las esquinas, no con los políticos parásitos que nos desangran. Ésos serán los que den la órden de embarcar a los mendigos... y a muchos mas. De hecho, está aumentadon la emigración de españoles por el mundo.

      Saludos, Manuel

      Eliminar

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