Liu Yung, actualmente copero mayor del palacio imperial, quien visitó Luoyang en su juventud, me ha contado lo siguiente:
Al sur del puente Tientsín, que atraviesa el río Luoje, se levantaba un vasto edificio, conocido como el palacio del señor Shi, abandonado hacia treinta años por estar embrujado. Era una magnífica residencia, rodeada de un maravilloso parque sombreado y florido, decorado con bosquecillos de bambú, pabellones, estanques, espléndidas terrazas. En la primavera llegaban los excursionistas para merendar y tocar música. Realmente se trataba de uno de los lugares más bellos de la ciudad de Luoyang.
El palacio chino con fantasma |
Durante el reinado Tuan Kung vivía un borracho a quien le decían el tal Chu, temible por su carácter autoritario y brutal. Un día, un grupo de jóvenes amigos lo invitaron a participar en un banquete en el famoso palacio embrujado.
- Es una casa embrujada, usted lo sabe tan bien como nosotros - le dijeron -. Si consiente en pasar una noche aquí, será un placer para nosotros ofrecerle beber hasta saciar su sed legendaria.
- Vuestra proposición corresponde exactamente a mi deseo - le contestó Chu - Generalmente lo que más se teme es la muerte. ¿Qué miedo puedo tener a una casa embrujada, si no temo a la misma muerte?
Esta declaración suscitó la aprobación general. Procedieron a barrer y limpiar el salón de honor, instalaron una cama en la terraza, y se fueron. Chu se instaló cómodamente sobre la cama.
Era el comienzo del verano: los árboles aún no tenían el ramaje tan recargado ni los bosquecillos de bambú eran tan densos como para no dejar filtrar el suave céfiro y la claridad lunar que transformaban al parque en un lugar mágico. Repentinamente se abrieron una tras otra todas las puertas de los pabellones que flanqueaban el edificio principal. Por allí aparecieron un conjunto de doncellas, cada una con un farol, que dejaron sobre la escalinata de la terraza y se retiraron. Poco después, varias damas suntuosamente vestidas y enjoyadas, vinieron a sentarse junto a las luces y se pusieron a coser. Las puertas del salón del fondo se abrieron, dejando pasar una inmensidad de muebles y de preciosa tapicería. Los mismos mozos de cuerda que los traían, amoblaron el salón vacío en un abrir y cerrar de ojos. Entonces los portadores de antorchas precedieron a dos damas magníficamente vestidas. Cada una llevaba un bastón para el juego de pelota.
Anunciaron:
- ¡Su Excelencia el Gran Canciller!
La presencia de Chu las sorprendió. Una de ellas gritó: - ¡Alto!
Un señor con casco y coraza, que terminaba de ocupar un gran sillón, apostrofó duramente al cortejo.
- Evidentemente se trata de un ladrón - gruñó - ¡Sáquenlo de aquí y arrójenlo en cualquier lugar!
E inmediatamente Chu se vio rodeado, levantado en vilo y arrojado en un bosquecillo de bambú, al oeste del patio. Cayó pesadamente sobre un tronco, se hirió, y su sangre comenzó a manar. Saltó del suelo y dominado por la furia se lanzó hacia el salón.
E inmediatamente Chu se vio rodeado, levantado en vilo y arrojado en un bosquecillo de bambú, al oeste del patio. Cayó pesadamente sobre un tronco, se hirió, y su sangre comenzó a manar. Saltó del suelo y dominado por la furia se lanzó hacia el salón.
- ¡Eres tú el ladrón! - gritó, señalando con el dedo al Gran Canciller -. Mientras vivías, sólo supiste posesionarte de títulos y regalías por medio de todas las bajezas y las peores adulaciones. Ya muerto, embrujas las viviendas de los vivos y atormentas a todo el mundo. Y aún tienes el coraje de tratarme de ladrón. ¡De cuánto cinismo es capaz un canalla de tu especie!
Mientras le dirigía estos términos, tomó una almohada y la arrojó sobre el fantasma, que asustado se eclipsó junto con la aterrada muchedumbre de sirvientes.
Poco antes del amanecer, los jóvenes compañeros de Chu, antorchas en mano, entraron en el palacio. Encontraron a Chu sano y salvo. Curiosos y asombrados escucharon el relato de lo ocurrido en el curso de la noche. Chu les contó la exacta relación de lo sucedido, mostrando como prueba su herida, y todo el mundo debió convencerse de su audacia.
De Charlas en las reuniones de amigos, por Shangkuan Yung, dinastía Sung
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Eso de tirar la almohada a los verdaderos ladrones está muy bien. Lo malo es que si lo haces aquí, seguro que te detienen por atentado a la autoridad.
ResponderEliminarUn saludo.
Estoy de acuerdo al 80%. Hay casos en lso que puedes tirar la almohada: eres alguien que le da todo igual y no tienes nada que perder, detrás de ti hay un colectivo que te apoya o te están filmando los medios.Vamos como en el antiguo programa de TV de Caiga Quien Caiga, que los entrevistados tragaban bilis pero sonreían con buen rollito.
EliminarSi tienes nómina y vas por libre, date por jodido si lo intentas.
Saludos, Cayetano
Mira con que ganas le diría al canciller (o a cualquiera del gobierno) que es un...señor ;D.
ResponderEliminarA lo mejor lo de la almohada no está mal, para empezar.
Saludos
Eso es Manuel, empezar por la almohada, y seguir con...
EliminarSaludos