El príncipe de Wu decidió atacar el Reino de Ping. Advirtió severamente a sus súbditos que cualquiera que lo objetara sería condenado a muerte.
Uno de sus mayordomos quiso protestar, pero no se atrevió. En cambio, tomó una honda y unos guijarros y anduvo por el jardín trasero hasta que sus ropas se humedecieron de rocío. Lo hizo durante tres mañanas.
Advertir a quien no quiere escuchar. Mantis |
- Ven acá – le ordenó el príncipe –. ¿Qué haces para que se mojen tus ropas de rocío?
- Hay un árbol en el jardín – dijo el mayordomo –, y en él una cigarra. Esta cigarra ahí posada, chirriando y bebiéndose el rocío, no sabe que hay un mantis detrás. Y el mantis estirándose cuan largo es, levanta las patas para atrapar a la cigarra, sin saber que hay un gorrión cerca. El gorrión, a su vez, alarga su cuello para picar al mantis, sin darse cuenta que abajo alguien espera con una honda. Estas tres criaturas están tan ansiosas de beneficiarse con lo que tienen ante sus ojos que no advierten el peligro a sus espaldas.
- ¡Bien dicho! – replicó el príncipe, y desistió de su plan.
Se la jugó pero la inteligencia le salvó el pellejo.
ResponderEliminarBuena estrategia.
Un saludo.
A día de hoy, hace falta muchos mayordomos como este. Por ejemplo en Corea del Norte. O en nuestra piel de toro, para variar.
EliminarSaludos, Cayetano
Un simil interesante,...Y si, hacen falta mayodormos como este por aquí.
ResponderEliminarSaludos Carolus
Lo que ya no sé si estos mayordomos se han ido de España, como mucha gente...
EliminarSaludos, Manuel