Tácticas y estrategias, trucos y engaños, perfectamente planificados y diseñados, para conseguir el poder definitivo: el dominio mental
La geopolítica actual va mucho más allá de límites geográficos concretos —origen de su nombre— para convertirse en el ejercicio de un geopoder con ambiciones universales. Se materializa en la permanente rivalidad por el control de toda la humanidad. Y la forma mejor, la más completa, de lograr dicho control total es actuar sobre la mente de las personas, lo que hoy es más sencillo que nunca gracias a las nuevas tecnologías. Así, el geopoder definitivo se alcanza cuando las mentes quedan subyugadas, a merced de los grandes hacedores. De ahí el subtítulo de este libro, pues, lo creamos o no, existe todo un mundo de tácticas y estrategias, de trucos y engaños, perfectamente planificados, diseñados e implementados, para conseguir el poder definitivo: el dominio mental.
El dominio mental |
Antiguamente, se conquistaban territorios en busca de recursos y mano de obra, dominando así a las poblaciones de forma física. Lo hacían los Estados y también las empresas, como la Compañía Británica de las Indias Orientales y la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. En la actualidad, la conquista —virtual y remota— se realiza directamente sobre la mente de las personas, con las mismas finalidades de dominio mental, también por Estados y por compañías (Google, Facebook, etcétera). El resultado es mucho más beneficioso para el «ocupante», el conquistador. Adquiere todas las ventajas, sin los inconvenientes de tener que preocuparse por los dominados, ni siquiera levemente, pues una gran mayoría de estos no se entera de que lo están siendo, con lo cual no hay rebeldía ni oposición por su parte. De hecho, muchos incluso van con agrado más allá de lo que el dominador pretendía, subordinándose —digitalmente— con complacencia.
Ya no hace falta enviar decenas de barcos de guerra, lanzar andanadas de misiles, invadir con tropas terrestres o amenazar con ataques masivos para someter a poblaciones enteras, a países completos. Basta con actuar en las mentes de los ciudadanos, con subyugarlos psicológicamente, con condicionar sus pensamientos y comportamientos. Así, millones de individuos se subordinan a los dictados que se les imponen, reaccionando mansamente y felices con su situación. ¿No es esto el verdadero geopoder? ¿Puede existir mejor geopolítica para dominar por completo el mundo? ¿No ha sido siempre el sueño de cualquier líder o grupo de poder?
MANIPULAR, UN INSTINTO BÁSICO
Nacemos con un poder que rara vez llegamos a desarrollar ni siquiera a la mitad de su capacidad. Nuestra mente tiene todas las claves para ser felices, para superar pruebas que se presentan como insuperables, para seguir adelante cuando la adversidad apremia, para paliar el dolor o, por el contrario, enfermarnos. Nuestro cerebro es también, eso sí, la clave para manipularnos de forma mental. Quien conozca sus secretos, conocerá también los nuestros.
En estos tiempos, la mayor parte de los habitantes del planeta vivimos en dos planos distintos, el físico y el virtual. Pero hay un punto de contacto que une a ambos: la mente. Por tanto, para dominar a las personas hay que influir en ella.
Podríamos decir que las técnicas de control mental son «etéreas» o intangibles, al ir dirigidas contra algo que sigue siendo tan indefinido como nuestra psique. De lo que no hay duda es de que el verdadero dominio de la sociedad, el más eficaz, es el que se realiza a través de la mente, sin coerción ni represión física. Y va mucho más allá del uso del electroshock, el lavado de cerebro, las drogas y la tortura física o mental. Los métodos son cada vez más sofisticados, menos perceptibles por el que los padece. El objetivo final es claro: controlar emociones para controlar decisiones.
CONTROL INNATO DE LAS MENTES
Aunque la manipulación puede parecer un invento moderno, nos ha acompañado durante nuestra evolución como seres humanos. Cuando solo nos preocupaba conseguir recursos para alimentarnos y sobrevivir, ya importaba manejar a nuestros semejantes. Quien más control tenía sobre la mente de los demás, mejor acceso a los recursos conseguía, más fuerte se hacía y mejor era su línea evolutiva. Esto se explica si dejamos de entender la manipulación únicamente como un conjunto de técnicas modernas que conllevan el uso de medios de comunicación, de ondas cerebrales o de reconocimiento facial para mantenernos bajo control y decidir por nosotros. Nuestro intelecto, sin necesidad de ningún añadido externo, nos permite adentrarnos en la mente de otras personas para conocer sus emociones, para diseccionar su modo de pensar y comportarse, y, en última instancia, poder utilizarlas a nuestro antojo.
Uno de los mecanismos que los humanos incorporamos «de serie», por ejemplo, es la interpretación del blanco de los ojos, la esclerótica ocular blanca, para obtener claves sobre las intenciones de nuestros interlocutores cuando miran para uno u otro lado, o de una u otra forma (el importante lenguaje no verbal). La manipulación innata nos permite interactuar con nuestros semejantes y juzgar sus reacciones, crear una empatía básica como parte de nuestra supervivencia. Aunque ahora la relacionemos con intereses encubiertos que buscan nuestro perjuicio u opresión, la manipulación es parte de nuestro instinto más primario. Precisamente por eso, si dedicásemos al conocimiento de nuestro cerebro el esfuerzo y el tiempo requeridos, podríamos convertirnos en maestros de la manipulación y el control mental; pero también podríamos aprender a protegernos ante los mecanismos de control que nos intenten imponer. O, por lo menos, a ser más conscientes de su existencia.
Lo cierto es que adquirir el control de la mente humana es una aspiración que se remonta a un pasado lejano, bajo distintos nombres y distintas técnicas, pero con el mismo objetivo. Pocos métodos hay más efectivos para controlar la voluntad de un pueblo que controlar la mente de los individuos. ¿A qué finalidad mayor podría aspirar un dirigente que a anular el proceso de pensamiento de sus súbditos y mantenerlos en un estado de ensoñación en el que no se ponga en duda ninguna de sus decisiones y se acaten sus órdenes voluntariosamente? Una vez anulado el pensamiento consciente, la mente se encuentra en su punto más débil y sugestionable, y está plenamente receptiva para ser programada por un agente externo. SIGUE LEYENDO...
La mente no sé, pero los gustos, las modas y los hábitos cada vez son más parecidos en todas partes.
ResponderEliminarUn saludo.
Eso tampoco es casual y se llama ingeniería social. También se trata en el libro.
EliminarUn saludo.
Estamos en unos tiempos en que la tecnología lo domina todo y nos hemos hecho esclavos de ella. Ya nadie se imagina sin ella y dependemos de ella... Y lo peor es que quienes la detentan, lo saben
ResponderEliminarSaludos Carlos
Lo saben tanto que los multimillonarios que viven de eso prohíben a sus hijos que la usen porque saben como crea adicción.
EliminarSaludos, Manuel