Nadie acude en ayuda del más débil, pues al hacerlo se pone en peligro. El débil se encuentra solo y tiene que rendirse.
Si ofrece resistencia, lo único que puede ganar es el título de mártir, y entre tanto morirá mucha gente que ni si quiera cree en la noble causa
El caso de los melios (416 a. C.)
La isla de Melos está ubicada estratégicamente en el corazón de Egeo. En la antigüedad clásica, la ciudad de Atenas dominaba las zonas marítimas y costeras de alrededor de Grecia, pero Esparta, situada en el Peloponeso, había sido el colonizador original de Melos.
Durante la guerra del Peloponeso, los habitantes de Melos se negaron a aliarse con Atenas y permanecieron fieles a la madre Esparta. En el año 416 a.C., los atenienses decidieron enviar una expedición militar contra Melos. Sin embargo, antes de lanzarse de lleno al ataque, mandaron una delegación a la isla para persuadir a sus habitantes de rendirse y aliarse con Atenas, en lugar de sufrir la destrucción y la derrota.
“Ustedes saben tan bien como nosotros —dijeron los delegados atenienses— que la justicia depende de la igualdad de poder para obligar, y que en la práctica los fuertes hacen lo que tienen el poder de hacer y los débiles aceptan lo que deben aceptar”. Cuando los habitantes de Melos respondieron que este concepto negaba la idea del juego limpio, los atenienses contestaron que quienes ejercían el poder eran quienes determinaban qué era justo y qué no. A lo cual los habitantes de la isla replicaron que ese tipo de autoridad correspondía a los dioses, no a los mortales. “Nuestra opinión de los dioses y nuestro conocimiento de los mortales —respondió uno de los miembros de la delegación ateniense— nos lleva a la conclusión de que la ley general y necesaria de la naturaleza es dominar todo lo que se pueda dominar”.
Los habitantes de Melos no cedieron. Insistieron en que Esparta saldría en su defensa. Los atenienses replicaron que los espartanos, conservadores y prácticos, no ayudarían a Melos, porque no tenían nada que ganar si lo hacían, ni nada que perder si dejaban de hacerlo.
Por último, los habitantes de Melos hablaron del honor y del principio de resistir la fuerza bruta. “No se dejen confundir por un falso sentido del honor —dijeron los atenienses—. El honor suele conducir a los hombres a la ruina cuando se enfrentan con un peligro evidente que de algún modo afecta su orgullo. No hay nada deshonroso en ceder ante la más grande de las ciudades helénicas, cuando ésta les ofrece términos tan razonables”. El debate llegó a su fin. Los habitantes de Melos discutieron el asunto y decidieron confiar en la ayuda de los espartanos, la voluntad de los dioses y la justicia de su causa. Cortésmente declinaron el ofrecimiento de Atenas.
Unos días después los atenienses invadieron Melos. Los habitantes lucharon con gran coraje y nobleza, aun sin la ayuda de los espartanos, que no acudieron en su apoyo. Fueron necesarios varios intentos antes de que los atenienses consiguieran rodear y sitiar la principal ciudad de la isla, pero al fin Melos debió rendirse. Los atenienses no perdieron el tiempo. Mataron a todos los hombres en edad militar a los que lograron capturar, vendieron como esclavos a las mujeres y a los niños, y repoblaron la isla con su propia gente. Sólo un puñado de los primitivos habitantes de Melos logró sobrevivir.
Los atenienses fueron uno de los pueblos más eminentemente prácticos de la historia y los argumentos presentados a los habitantes de Melos eran claros exponentes de su pragmatismo: Nadie acude en ayuda del más débil, pues al hacerlo se pone en peligro. El débil se encuentra solo y tiene que rendirse. Si ofrece resistencia, lo único que puede ganar es el título de mártir, y entre tanto morirá mucha gente que ni si quiera cree en la noble causa.
La debilidad no es pecado, y hasta puede convertirse en un punto a favor si usted aprende a manejarla de la manera adecuada. Si los habitantes de Melos se hubiesen rendido, habrían tenido la posibilidad de sabotear a los atenienses de formas sutiles, o podrían haber sacado todo el beneficio posible de la alianza y deshacerla en un futuro, cuando los atenienses se debilitaran, como en efecto, sucedió unos años más tarde. La rendición lleva implícito un gran poder: el de adormecer al enemigo y hacerlo sentir seguro, con lo cual se gana tiempo para recomponer fuerzas, tiempo para boicotear al enemigo, tiempo para la venganza. Nunca sacrifique ese tiempo a cambio del honor de una batalla que no puede ganar.
En el 405 a. C., cuando cambia la suerte de la guerra, el espartano Lisandro expulsa a los colonos atenienses de Melos y restaura a los supervivientes de la colonia dórica original en la isla.
“El diálogo de los melios” es un pasaje perteneciente al Libro V (85-113) de la “Historia de la guerra del Peloponeso”, escrita por el historiador griego Tucídides.
Fuente: “Las 48 Leyes del Poder”, Robert Greene.
Es aproximadamente lo que está ocurriendo entre Rusia y Ukrania.
ResponderEliminarEsa es la historia del mundo.
EliminarSaludos
Exactamente, una guerra que no van a ganar, lo único que obtendrán seran miles de muertes innecesarias.....
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