Cleopatra es el ejemplo perfecto. Su país era, a todos los efectos, nada más que un estado vasallo de Roma.
Nacida en el seno de una línea macedonio-egipcia descendiente del general de Alejandro, Ptolomeo, fue obligada a casarse con su propio hermano, fruto de una larga tradición de uniones consanguíneas. Ni su país ni ella misma eran libres... hasta que vio una oportunidad de oro.
Cleopatra ascendió al poder a través de vínculos estratégicos con amantes poderosos. Su hermano la había obligado a huir a través del país, como un rebelde perseguido. Ella codiciaba el trono, pero él no cedió. Luego sedujo al mismísimo Julio César. Su relación con el poderoso general romano le ayudó a derrotar a los ejércitos de su hermano y a ganar poder por derecho propio. Después de la muerte de César, formó una nueva alianza táctica con uno de sus sucesores, Marco Antonio, a quien se le "confió" la provincia romana de Egipto.
A decir verdad, su vida fue bastante sombría. Cleopatra ha pasado a la historia como una figura legendaria, pero en realidad, era relativamente impotente. Ganó poder en la almohada y lo perdió cuando su último amante fue derrotado por Augusto. Su hijo de César fue asesinado. Cleopatra acabó con su vida. Todo esto es bastante trágico, si miras más allá de las glamorosas representaciones de Hollywood de Cleopatra.
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